Es una cruda realidad, todos los gobiernos espían. En la era del PRI, era tan simple como ver a los miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional (
Es una cruda realidad, todos los gobiernos espían. En la era del PRI, era tan simple como ver a los miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) con sus cabezas rapadas en conferencias de prensa, cierto no en todas, pero era un hecho que a eso acudían. Una obviedad que luego para el reportero se vuelve costumbre. Lo mismo los policías de inteligencia de la entonces policía judicial. A todo esto, hay que sumar a los mequetrefes de la secretaría de gobernación. El espionaje es parte del escenario.
El espionaje es el sistema más burdo que tiene el Estado para someter a los contrarios, para comprometer la vida, la seguridad y las certezas de quien se meta contra el gobierno. Los ejemplos más barbaros, que rebasaron todo principio ético, moral y legal los hizo López Obrador, quien en uso faccioso de todas las instituciones y la información que estas poseen, exhibió datos privados de periodistas, la hizo pública, la compartió en su conferencia. Desde esas entrañas mismas, se filtró a través de todos los medios posibles la dirección de los domicilios donde habitaban con sus familias esas personas declaradas “enemigas”.
Nada ni nadie paró el linchamiento que López Obrador hizo de un periodista, de un activista social, defensores del medio ambiente y cualquiera que se le cruzara y se pusiera en contra o no embonara con sus ideas arcaicas. No hubo un poder judicial que le hiciera frente en sus abusos de poder, los peores y más grotescos al día de hoy. El legislativo era de su “propiedad”. No había esperanza.
A propósito del tema de espionaje, no lo quiero dejar pasar, para recordar uno de los momentos más retorcidos que se tuvo en Sonora, el sexenio de Manlio Fabio Beltrones, acusado de todo, denunciado y menos juzgado por nada. Lo que no necesariamente lo hace inocente. Pero el rumor que más fuerte corría es que había un espionaje bestial, descarnado. Se ha contado de muchas formas la idea -que no se donde nació- que en el restaurante de Sanborns de Luis Encinas y Navarrete había micrófonos debajo de las mesas.
Era tanta la creencia que el espionaje era contra casi todos, que efectivamente en llamadas telefónicas se escuchaban ruidos extraños -no había celulares en aquellos entonces- en las líneas de Telmex y yo me acuerdo que después de esos “sonidos” en la línea, en modo de chiste siempre decía: hola Roberto -Sánchez Cerezo, secretario de gobierno-, soy yo, no tiene trabajo para mí, ojalá que les guste mi voz. Luego soltábamos la carcajada. Todo un uso y costumbre.
El trato que Beltrones le dio a los activistas sociales, a los que se le pararan por enfrente, hay nanita, tenía la mano pesada y con la ayuda de Sánchez Cerezo, aquel fue el sexenio más espeluznante de que se tenga memoria. No porque en los siguientes años no se hiciera espionaje, quizá fue porque había menos “divulgación” de lo malos que eran la dupla -el uno y el dos- en palacio de gobierno.
Los reporteros somos un blanco perfecto para ser espiados. Memorable cuando una delegación del EZLN vino a Sonora, en ese entonces fue más por curiosidad -nadie me mandó a cubrir la nota- que estuve en la plaza Emiliana de Zubeldía para ver pasar la caravana y el estupidito de la secretaría de gobernación nos filmaba a nosotras -dos mujeres-. Así que éramos la razón de su reporte del día. Cuando me di cuenta, no dejé de gritarle que me dejara de filmar y desde entonces, cada vez que lo encontré no deje de mostrarle mi desprecio y reprobación, de exponernos ante el gobierno represor.
En el gobierno de Eduardo Bours, tuve un enfrentamiento con Roberto Ruibal Astiazarán, su secretario de gobierno. Había una reunión del sector agrícola de la Costa de Hermosillo y yo entrevistaba a una persona y empecé a notar que alguien que no conocía, me tomaba fotos. Demasiado obvio para no darme cuenta. Como pude terminé mi trabajo y rápido le pregunté para quien trabajaba y a boca de jarro me dijo que eran para el funcionario número 2 del sexenio.
Eran tiempos en que mi popularidad estaba por todo lo alto y mis ínfulas también (ahora me rio a gusto de ese pasaje) Lo menos que dije es que me hubiera pedido las fotos a mí, digo si la secretaría de gobierno (el ala de espionaje por naturaleza) quería imágenes mías, me hubiera ido a hacer unas buenas fotos, con retoque y todo. En resumen, el poder se alimenta de más poder. De información que obtienen por la buena, por la mala y por las muy malas.
Entonces que el sexenio de Claudia Sheinbaum quiera hacerlo, ahora a través de la llamada “ley espía” mediante la cual podrán acceder a todos los datos privados de las personas, la misma que estará por arriba de otras previsiones legales que pretendían protegen información financiera, nada, todo se pasaron por donde la espalda pierde su casto nombre. Este nuevo estatuto permitirá la ubicación del sujeto de “interés” en tiempo real.
Entonces ¿qué hay? En el pasado era el espionaje con sujetos que cubrían las conferencias de prensa, luego llegó la modernidad a través de la compra del software Pegasus y todo para “ponerle cola” a aquellos individuos que resulten incómodos. La nueva Ley Telecom no necesita una orden judicial antes de intervenir o pedir la localización de una persona en tiempo real a través del GPS ¿Qué miedo? Pues sí, la única esperanza que gravita en mi corazón y alma es: ¿qué más malo pueda ser? Ojalá que sobrevivamos todos.
En asuntos simpáticos les cuento que ayer lavé algo de ropa y en esas estaba cuando me dice una persona: va a llover a las 16:00 o a las 19:00 horas -de este miércoles- y sí hasta me preguntaron qué tan seguro es el pronóstico de este meteorólogo, mucho respondí. Y claro que estuve pendiente y hasta pospuse una salida de casa. Mejor no te expongas me dije muy entusiasmada del bendito chubasco que caería en Hermosillo y se acabó el día, pasó la noche y ni una gota, vamos ni siquiera un nublado completo tuvimos.
El calentamiento global es una cruda realidad; entonces, el calor que nos agobia ese si es un peligro inminente, más por el mal genio que se montan las personas tú, que se ofenden por todo, ese es un verdadero riesgo para la salud mental y el sano juicio. Hay que respirar profundo y recordar que hay cosas que están en nuestras manos controlar, en ellas actúo, en lo que no, las dejó ir. Que fluyan hasta los confines de madre tierra para que las convierta en luz.

