Todo es más difícil para los jóvenes ¿Es venganza de los viejos?

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Todo es más difícil para los jóvenes ¿Es venganza de los viejos?

Las escuelas, las preparatorias, las universidades, son espacios para que los viejos -o más grandes que los estudiantes- saquen todas sus frustracione

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Las escuelas, las preparatorias, las universidades, son espacios para que los viejos -o más grandes que los estudiantes- saquen todas sus frustraciones y castiguen a los jóvenes ¿por sus traumas? ¿Sus carencias? Vaya desgracia la que padecen las nuevas generaciones, donde hay demasiada violencia lo mismo institucional que la callejera. Sin duda que las infancias y las juventudes lidian con mayores desafíos que para colmo, reducen sus probabilidades de sobrevivencia y la salud mental no es en este momento una de sus fortalezas.

Siempre he sentido como un acto de traición de mi generación y anteriores, a los nuevos prospectos a la universidad, que se hayan instalado los exámenes de admisión. En 1987 cuando más por capricho que por condiciones afables en mi vida, fui y me inscribí -era una adversidad la mía de principio a fin, pero bueno- quería estudiar la licenciatura en sociología, así que en rectoría te daban documentos para que fueras a la escuela de tu elección y te inscribieras. Así de simple. Eras tu quien diseñaba tu futuro.

Ahora es una adversidad, toda una calamidad que desde preescolar hay que acceder al sistema de la Secretaría de Educación y Cultura (SEC) modo virtual para inscribir a los niños. Las burocracias que establece los nuevos parámetros, parten de la falsa creencia que todos poseen los instrumentos esenciales para acceder a la tecnología. Así se fueron instalando nuevas formas, que en resumen son las cribas naturales para impedir el libre acceso a la educación.

Imposible no sentir frustración cuando ves la clase de docentes que hay en las instituciones, que, si no hubieran tenido las facilidades para inscribirse en sus tiempos, jamás hubieran librado los obstáculos que luego ellos llegaron e impusieron o que por lo menos no hicieron nada por impedir su instalación. Ahora se paga colegiatura, inscripciones en la Universidad de Sonora e igual en los tecnológicos y cierto que en función de los resultados de cada semestre, hay reducción en los costos para el alumno.

Pero es un hecho que los jóvenes no tienen la libertad de decidir lo que quieren hacer en su edad adulta, a ellos se les negó la posibilidad de elegir a qué profesión se quieren dedicar. Excepto aquellos sobresalientes que obtienen paso automático de las preparatorias a educación superior, obvio siempre y cuando hayan pagado el derecho al examen. Billete por delante, antes que otra cosa, faltaba más.

Me contó una egresada de la Universidad de Sonora, de la carrera de Arquitectura, que tenía una compañera que usaba el cabello teñido en colores llamativos, que cree que esa era la razón por lo que era vilipendiada por un docente de quien no quise saber su nombre. Pero que de hecho la reprobó en su materia. Para todo el grupo era obvia la actitud marcadamente abusiva del instructor, a quien seguramente no le gustaba la imagen de la alumna y eso ¿le da facultades para maltratarla?

Hay escuelas donde se exacerba la violencia y una de las carreras que más denuncias acumula en los últimos tiempos es en la de medicina, opción que se popularizó tanto, que la hay como opción en escuelas privadas igual que en públicas. Curiosamente hay muchas profesiones en las que sus docentes son egresados de las mismas en el menos peor de los casos, otros que se formaron en otras instituciones, es lo de menos, al final el punto es el siguiente: no tienen formación pedagógica, psicológica de como transmitir el conocimiento.

En la maestría de administración en la Universidad de Sonora, había una docente que pedía leer el capítulo completo para cada clase, eran mínimo 40 páginas y que cada quien se presentara listo por si su lindo dedo te apuntaba para que hicieras una exposición, con los apoyos didácticos correspondientes tu PowerPoint mínimo. Faltaba más. Eso provocó una debandada de estudiantes tremenda, era demasiada presión para ellos. Hasta que un día se lo dije a la señora, cuando tomaba lista y yo tenía que responder: se dio de baja de su materia, le da miedo su sistemita. Y la mujer entendió y ceso con su acoso innecesario, por lo menos en mi grupo.

Ser un buen arquitecto, ingeniero, excelente médico no habilita a nadie, para que tenga los recursos para ser un buen facilitador, para transmitir los conocimientos en la materia. Entonces se enojan. El alumno no entiende y el profesional que se cree muy salsa, muy picudo en el ejercicio de su competencia cree que el alumno es lento, burro, negligente, no claro que no. Es un don tener la habilidad de transmitir el conocimiento y hay quienes de plano no se les da dicha habilidad.

El acoso, la humillación de que son víctimas los estudiantes de medicina ha causado el suicidio de algunos jóvenes, el caso más reciente fue el de Abraham quien empezó con un cuadro de depresión y lo siguiente fue que atentó contra su vida. Su novia escribió un texto en redes sociales donde denuncio que: “lo quebraron poco a poco. No fue un solo momento, fue el peso constante de un sistema que lo deshumanizó por completo. Lo castigaban con jornadas de más de 38 horas sin dormir, sin comer, sin tomar agua.

Cuando apenas podía sostenerse en pie, le asignaban clases como castigo, como si su agotamiento fuera un problema menor, como si el colapso físico y mental fuera parte del entrenamiento. Le decían con burla que les alegraba verlo más delgado, como si su desgaste fuera motivo de orgullo.
Todo mientras le exigían que operara pacientes inoperables, solo para cumplir metas. Nadie lo escuchaba, nadie lo protegía. El jefe que debía cuidarlo fue el primero en reírse de su deterioro”.

Agregó en su publicación: “Lo único que quería era cumplir su sueño, pero se lo fueron arrebatando sin piedad. Día tras día, lo apagaron sin ruido, como quien apaga una vela en medio del hospital que debía formarlo, no destruirlo. Lo vi quebrarse en silencio. Cada vez le costaba más levantarse, más sonreír, más fingir que estaba bien. A veces me decía con una vocecita triste: ‘¿No quieres venir a mi casa, por favor?’. Y claro que iba. Le llevaba desayuno, música, lo abrazaba con toda el alma… pero ya no bastaba. El hospital lo estaba matando poco a poco.

Abraham no se rindió por cobarde, se rindió porque el sistema nunca lo sostuvo. Porque lo que pasó no fue un accidente: fue abandono, fue omisión, fue consecuencia. Y fue evitable. Lo empujaron al límite, y cuando cayó, intentaron callar su historia. Pero yo no me voy a callar. Y voy a gritar su nombre hasta que se haga justicia”. Testimonio de Karime, pareja de Abraham, sobre el desgaste emocional y laboral que lo llevó a quitarse la vida tras meses de abuso y presión dentro del hospital UMAE 25.

Cuando ves estás dolorosas historias, del abuso sistemático contra alguien, porque pueden, es cuando siento la necesidad de buscar un nuevo estatus, el de humana, no me satisface. No quiero ser parte más de este nivel de salvajismo, que se institucionaliza en todos lados y formas.