¿Te toco ser esa hija? Esa que parece que todo lo tiene resuelto, que no necesita que estén detrás de ella, que la cuiden o le recuerden sus responsab
¿Te toco ser esa hija? Esa que parece que todo lo tiene resuelto, que no necesita que estén detrás de ella, que la cuiden o le recuerden sus responsabilidades, esa que no les preocupa a los papás porque “es muy madura y responsable”. Bueno, es probable que esa hija, ahora este llena de ansiedad. Cada vez que alguien me dice que sus niños, niñas con “muy maduras” me preocupo tanto.
Es que madurez e infancia son contrarios entre sí. Existe una etapa en la que es necesario ser inmadura es la infancia y tiene sus motivos, por eso, cuando alguien está siendo madura en esa etapa, significa que algo no está del todo bien.
Claro que es muy cómodo para los adultos que las infancias sean “maduras” porque eso significa menos trabajo, pero tiene un costo altísimo para los y las pequeñas. Esa hija que no da problemas, probablemente: aprendió que no puede depender de nadie.
Aprendió que sus emociones van después de los que la rodean. Suelen quedarse con lo que siente porque decirlo puede ser una carga para sus seres queridos.
No está acostumbrada a ser vista, entonces seguirá pretendiendo que puede con todo, aunque no sea así. Todo esto hasta que un día, se vuelve insostenible, y cuando se convierte en adulta, tiene dolor crónico, migrañas, enfermedades autoinmunes, cansancio crónico, ansiedad, todo esto por acostumbrarse a vivir incómoda para que los demás estuvieran cómodos, y, además, se lo celebraban: mira que madura, tan responsable, tan sabia, tan ordenada, tan obediente.
Esa pequeña aprendió que lo que ella necesitaba no era tan importante como lo que requerían los demás.
Si tu fuiste esa hija que “no dio problemas”, abraza a esa pequeña que creyó que tenía que ser madura, que creyó que tenía que crecer rápido. Escucha sus necesidades y dale permiso de tener una red de apoyo.
Te abrazo con amor y abrazo a esa pequeñita que quizá ahora, tenga permiso de ser chiquita.