El reportero se expone porque cree que es su obligación ¡Falso!

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El reportero se expone porque cree que es su obligación ¡Falso!

Con algo de inteligencia, que aporta la vida, por los fracasos, otra vez ser “castigada por el sistema”, queda clarísimo que nada quiere ser juzgado,

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Con algo de inteligencia, que aporta la vida, por los fracasos, otra vez ser “castigada por el sistema”, queda clarísimo que nada quiere ser juzgado, absolutamente nadie quiere escuchar que se le cuestionan sus formas de hacer las cosas. Pero ahí está la terca, testaruda reportera que se asume defensora de las causas perdidas y para colmo la única que tiene oído para desgracias ajenas y que las compra y defiende como propias. Pero ¿para qué? Para dejar partes del cuerpo físico enfermo. Perdí la vesícula luego del fraude en Crédito y Ahorro del Noroeste.

Así se puede resumir las afectaciones emocionales, psíquicas, mentales por cada tragedia ajena que atendí, por cada acompañamiento que ofrecí, por una mala concepción de responsabilidades como profesional de la comunicación. Nada más errado, pero, en fin, ahora veo todo ese esfuerzo en la basura, nada de eso existe. Al final a nadie ayudas, al contrario, entorpeces su crecimiento. Cada quien debe aprender a resolver sus conflictos, de otra forma repetirán la misma situación, hasta que asimilen la lección.

De entre los peores casos que viví fue el del niño violado en un preescolar en el norponiente de Hermosillo. Me abstendré de mencionar calles y colonia donde está el plantel. De solo recordar la forma impotente con que escuchaba al padre de la criatura, -20 años después- me punza ahora la boca del estómago. Nadie te prepara para lidiar con el dolor ajeno. No hay una universidad que de herramientas de cómo hacer para no dejar tu salud en cada evento que cubres.

El padre de la criatura llegó un día por él a la escuela, daba detalles espeluznantes, de como la directora y la profesora “colaboraban” con el agresor sexual quien era el conserje. Lo describía con vividos detalles, como las funcionarias del plantel ayudaban al depredador a abusar de la criatura. Aquel hombre lloraba casi sangre -todo era al aire en el programa de radio-. Después de aquella aterradora experiencia, sin darme cuenta empecé a dudar de todo y de todos a la par que crecía en mí el resentimiento.

A todo esto, nunca hubo respuesta de ninguna institución ni de gobierno, tampoco civil para ayudar a aquella familia que enfrentó uno de los más grandes dolores, imposible de entender. El padre era asalariado de una llantera y un día se me apareció e hizo mía su desgracia.

Jamás nadie ofreció siquiera un abrazo a esa familia, la que después de la denuncia pública, sufrió el embate del poder en ese plantel. Las mismas funcionarias para salvar su pellejo y honra -no se para qué, nadie intentó tocarles un pelo- desataron un infierno contra las víctimas y se atrevieron a acusar al padre de ser el violador del menor. No solo vivieron el trauma por el ataque al pequeño, sino que a ello se sumó la revictimización que hizo de ellos la directora y la docente del plantel.

Se tuvieron que mudar de la zona, aun cuando no les daba la economía para los gastos de dejar su casa tirada e ir y rentar en otro lugar. Por ello vencidos por la precariedad regresaron a su vivienda y no tenían como salir de esa zona, sino era por la única calle que los obligaba a pasar por enfrente del plantel educativo donde sucedieron los hechos. Por la noche el niño volvió a su trauma. Todos los esfuerzos se redujeron a nada cuanto se volvió a hacer encima de su ropa.

Para entonces ya habían pasado meses del ataque sexual y seguía la dinámica misma de parte de la Secretaría de educación y cultura (SEC) ignorar todo, como si solo por ignorar la desgracia de ese niño y de su familia, el delito desapareciera. Un día el padre vino y me informó sus últimas pesquisas: el depredador era hermano de un influyente periodista y nadie le haría nada. Que lo habían mandado a esconder con sueldo pagado.

La furia, la impotencia crecían más en mí, porque ponía todo mi empeño en sacar a relucir la desgracia de esa familia y nada, absolutamente nada pasaba. Vamos, no se movía ni la hoja de un árbol, titulares de la SEC iban y venían y nadie se molestó con el caso. Para no morir en el intento de encontrar justicia para ellos, fui soltando un poco ese asunto, que a pesar de todo seguía hiriendo profundo.

Hasta que un día llegó un subsecretario a la SEC, escuchó del asunto y se presentó para saber más –de tan bueno no parecía real- se puso a las órdenes, que haría todo lo que estuviera a su alcance. Lo que ignoraba es que este buen hombre era un alcohólico en recuperación. Nunca supe más de él, hasta que, por coincidencias de la vida, me enteré que lo habían encontrado en un hotel, otra vez había caído en desgracia. Pensé mucho si el drama de la violación había sido demasiado.

Para entonces nada que tuviera que ver con la SEC tenía remedio, nadie atendía denuncias, por mínimas que estas fueran, hasta que un día llega un “buen componedor” o que quería hacer negocios propios, de la nada llego a echarme el caballo encima, que, si porqué traía en salsa al titular de educación y más aún me acusó de tener una campaña en su contra, porque quería una beca. Lamenté la ruin acusación y pregunté si quería ver la factura que me había entregado la escuela, con su respectivo descuento por pago anualizado.

En esa reunión justo se empezó a desbaratar mi carrera profesional, así de simple. Acepto que no tuve la inteligencia emocional para responder con propiedad por la acusación que se me hizo de extorsionar a la SEC, por una beca, la que nunca pedí, mucho menos a quienes aparecían como mis acusadores. Pero el “buen componedor” dio nombre y apellido de quien propaló la especie.

A dos décadas de esos hechos, acepto que nunca tuve oportunidad real de ayudar a esa familia, el poder del Estado es totalitario y a los docentes nadie los toca, hagan lo que hagan. Por eso escribí ayer que como reportero iluso sueñas con que desde tu oficio protegerás y defenderás a los débiles ¡Imposible!

Reconozco mi sensibilidad para abrazar a las víctimas, igual acepto mi absoluta vulnerabilidad ante el poder del Estado y sus derivados. Ahora entiendo tanto, espero tener tiempo para sanar las heridas de guerra, que me infringí solita, por querer hacer tanto, con tan poco.