Un hijo llevó a su madre al supermercado para hacer la compra semanal. La madre, debilitada por el paso del tiempo, caminaba lentamente, apoyándose en
Un hijo llevó a su madre al supermercado para hacer la compra semanal. La madre, debilitada por el paso del tiempo, caminaba lentamente, apoyándose en el carrito de compras. Mientras recorrían los pasillos, la madre se detenía frecuentemente para descansar, su rostro reflejaba el desgaste de los años.
Algunas personas en el supermercado miraban a la madre con curiosidad, pero el hijo permanecía atento, cuidando de que no le faltara nada y asegurándose de que estuviera cómoda.
Después de pagar, el hijo ayudó a su madre a ponerse el abrigo, le arregló el sombrero con ternura y, antes de salir, le dio un beso en la frente.
Al salir de la tienda, una mujer se acercó y le dijo al hijo:
—Joven, creo que dejaste algo en la caja.
El hijo, extrañado, respondió:
—No, no dejé nada.
Entonces la mujer, con una sonrisa amable, le dijo:
—¡Sí, dejaste algo! Dejaste una lección de amor que muchos llevarán en sus corazones.
El bullicio del supermercado se apagó por un momento, como si todos estuvieran reflexionando sobre lo que acababan de presenciar.
El mayor acto de gratitud es cuidar de aquellos que nos cuidaron con devoción. Nuestros padres, que nos enseñaron a vivir con dignidad, merecen nuestro más profundo amor y respeto.