Entretelones Samuel Valenzuela Durante los años 60 y 70 en México se acumulaba fuerte presión en contra del poder hegemónico del PRI y un arti
Entretelones
Samuel Valenzuela
Durante los años 60 y 70 en México se acumulaba fuerte presión en contra del poder hegemónico del PRI y un artificioso bipartidismo con el PAN como protagonista y llevando como comparsas la oposición a modo del PARM y el PPS.
Era el Estado Perfecto o la dictadura perfecta como fue descrita tiempo después, con estallidos como el movimiento estudiantil de 1968, el activismo de poderosas corrientes revolucionarias como la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Partido de los Pobres, la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, la Liga Espartaco, Movimiento Armado Revolucionario, las FARP y otras, surgidas por la cerrazón gubernamental y el monopolio del poder.
Las patadas a las puertas del Estado Mexicano, derivó en la sangrienta guerra sucia emprendida para el exterminio de esas voces libertarias que reclamaban su lugar en la historia, de un país con riesgos de ingobernabilidad, si se obcecaba en sus políticas excluyentes y simulando democracia con partidos paleros y a modo.
El paroxismo del hegemónico sistema priista, fue que en la elección presidencial de 1976, el candidato del partido oficial José López Portillo contendió sin rival al frente, ya que el PAN simuló divisiones internas que le impidieron acuerdos para postular a su candidato, mientras que la izquierda estaba proscrita y perseguida al igual que el Partido Comunista Mexicano y aún así se lanzó de manera simbólica al sindicalista Valentín Campa quien por cierto obtuvo casi un millón de votos que por supuesto fueron declarados no válidos.
Pero la presión era insostenible y así lo entendió Jesús Reyes Heroles, quien desde la secretaría de gobernación entreabrió las puertas a la participación política a importantes segmentos de la sociedad mexicana siempre marginada, al proponer la figura de la representación proporcional que permitió al sistema político mexicano transitar de un régimen de partido hegemónico al pluripartidismo que a la postre obligó al PRI a compartir el poder y al final perderlo.
Y adivinen qué, la principal fuerza opositora a esa propuesta fue la CTM, que otrora uno de los pilares del PRI, ahora es de facto uno de los pilares de MORENA y al menos en Sonora esa es la pretensión de Javier Villarreal, entre otros expriistas redimidos por el régimen de la regresión morenista.
En fin, de la histórica reforma política de 1977, con cambios sustantivos en el esquema electoral para poner en consonancia a las instituciones con la realidad política nacional, siguieron las reformas electorales de 1986, 1990, 1993, 1994, 1996, 2007 y 2013, en lo que parecía un proceso irreversible de la democracia mexicana y más luego de superar las pruebas de la alternancia en la presidencia, en gobiernos estatales y municipales, producto del pluralismo que distingue a la sociedad mexicana.
Esas sucesivas reformas implicaron también la operación autónoma de organismos electorales y otras instancias en manos de ciudadanos sin ataduras con instancias de gobierno, respetables, decentes y seleccionados por la sociedad civil, además de establecer candados y construir fuerte blindaje al principio de la separación de poderes: el ejecutivo como actor fundamental en la construcción del desarrollo de la nación; el legislativo como el constructor del marco jurídico y el Judicial, como órgano de control frente a acciones violatorias a la Constitución General de la República y contra derechos ciudadanos por parte de instancias de gobierno..
Como decíamos, todo este avance parecía irreversible, pero no, porque al convertirse MORENA en el engendro de un nuevo PRI, hegemónico, e igual acuerpado por partidos paleros, con el gobierno federal y de estados y municipios como base de sustentación financiera y de permanencia, decidieron meter reversa a todo lo alcanzado en materia democrática, apostándole a esa artificiosa mayoría otorgada por elecciones de Estado.
Sorprendente la indecencia, la falta de decoro de la presidenta del INE, Guadalupe Taddei Zavala, regodeándose porque de un plumazo la mayoría del partido oficial en el poder legislativo le dio manos libres para extender los nombramientos que le indicarán desde Palacio nacional y de las oficinas de su partido, MORENA, eliminando el siempre saludable filtro de las decisiones colegiadas.
Otro botón de muestra de la impudicia de quienes llevan a México a antes de 1977, es Ricardo Monreal, quien bravucón y altanero anunció que antes de concluir este año se concretará la desaparición de organismos autónomos, mientras alardea y se solaza de lo rápido que avanza el desmantelamiento del Poder Judicial y la eliminación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como órgano de control constitucional, para ponerla al servicio de los intereses del Ejecutivo.
Luego está la reforma electoral que viene, en la que se prevé la eliminación de la representación proporcional de las minorías en las instancias legislativas y de cabildos, quedando solo la positiva propuesta de echar abajo la figura de la reelección para sí evitar la permanencia de lacras y cacicazgos, medida que debería ser complementada con retenes para evitar chapulines y saltos de liana, el mercadeo y compra de voluntades por parte del gobierno para debilitar a la oposición.
La reversa también es cambio y así lo hacen ver desde el gobierno y el PRI transformado en MORENA, en lo que parece ser una venganza por lo resultante de la reforma política de Reyes Heroles, que, si bien en principio los dignificó y los vistió como demócratas, al final los llevó al desfiladero y los obligó a construir nuevas estructuras partidistas para revertir ese gran error histórico de abrir espacios a la participación política de las minorías.
Esa es la inercia regresiva que mueve a MORENA como partido oficial y si bien es muy exitosa hasta ahora, tarde o temprano sufrirán las mismas consecuencias que los del PRI o cuando como estaban en el PRI, porque en estos tiempos el tránsito de los procesos políticos de liberación popular contra regímenes hegemónicos, son mucho más acelerados que en el pasado. O sea, sus estupideces, sus agravios, sus arrogancias y abusos de ahora, los pagarán muy pronto.
Pero es menester aclarar que no deben sentirse muy salsas la Taddei, los monreal, noroñas, alcaldes, treviños, lopitos, velascos y demás malas yerbas por tener en sus horizontes regresar a un sistema político frustrado y roto por la reforma política de 1977, porque la presidenta Claudia Sheinbaum ya ven que acató la orden de su antecesor y va por la restauración de una red ferroviaria para pasajeros y atraer al presente el viejo anhelo tan impulsado durante los últimos años del porfirismo o sea a fines del siglo 19 y principios del siglo 20 y que fue suplido por la amplia red de caminos por todo México y otras formas de transporte, entre otros el automóvil.
Sin dejar de lado el anacrónico nacionalismo “revolucionario” con sus reclamos a España que aún no era España por encabezar la revuelta indígena que derrotó a los aztecas y colonizó gran parte del continente americano y su pretendida redefinición de las relaciones con el gobierno de Estados Unidos que ni a propaganda llega.
La vamos a dejar de este tamaño en este despacho, porque la preocupación nos invade por la evidente crisis de salud de El Canelo, quien ha estado con nuestra familia durante los últimos 15 años y por ello queremos apoyarlo hasta las últimas consecuencias, con la esperanza de que la ciencia médica nos haga el favor de seguir gozando de su gruñona compañía, para sin sufrimientos innecesarios se mantenga con nosotros y fuera del paraíso canino.