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El hijo terco.

Desde joven, el hijo siempre había tenido una relación complicada con su madre. Esta mujer sabia, con años de experiencia y vivencias, constantement

Aunque me decepcione mil veces, aún creo que hay gente buena
Hoy me miré por primera vez
¡Corre! Tal vez aun tengas tiempo
Desde joven, el hijo siempre había tenido una relación complicada con su madre. Esta mujer sabia, con años de experiencia y vivencias, constantemente ofrecía consejos y advertencias a su hijo, con la esperanza de guiarlo hacia una vida plena y exitosa. Sin embargo, el hijo, lleno de juventud y rebeldía, desoía estas palabras, convencido de que su camino era el correcto.
«Respeta a los demás», «Cuida tu salud», «Planifica tu futuro», «Sé constante en tus esfuerzos», eran solo algunos de los consejos que la madre repetía con frecuencia. Pero el hijo, con una mezcla de impaciencia y orgullo, prefería hacer las cosas a su manera.
Con el tiempo, los fracasos comenzaron a acumularse. Las oportunidades se desvanecían, las relaciones se deterioraban, y los problemas de salud se multiplicaban. Cada caída era más dura que la anterior, y con cada golpe, el hijo empezaba a cuestionar sus decisiones.
Años después, tras enfrentar numerosos desafíos y dificultades, el hijo se encontró solo en un momento de reflexión. Recordó las palabras de su madre, las lecciones ignoradas y los consejos desestimados.
Comprendió que su madre no hablaba desde el control o la imposición, sino desde el amor y el deseo de protegerlo y prepararlo para la vida. En un acto de humildad, el hijo decidió buscar a su madre. Sentados, bajo la sombra de un árbol que habían plantado juntos años atrás, el hijo finalmente expresó lo que había guardado en su corazón por tanto tiempo.
Madre, ahora entiendo lo que intentabas enseñarme. Lamento no haberte escuchado antes. Tus palabras, aunque no lo veía entonces, eran guías que podrían haberme ahorrado mucho dolor. Gracias por no rendirte conmigo y por siempre estar dispuesta a compartir tu sabiduría.
La madre, con una sonrisa llena de amor y comprensión, respondió: «Hijo, nunca es tarde para aprender y crecer. La vida es una serie de lecciones, y estoy orgullosa de que hayas encontrado tu camino. Lo importante es que estás aquí ahora, dispuesto a aprender y mejorar.»
Esta historia enseña el valor profundo de la sabiduría de nuestros mayores, especialmente de aquellos que nos aman y desean lo mejor para nosotros.
A menudo, en nuestra juventud y orgullo, desestimamos los consejos bien intencionados, convencidos de que podemos encontrar nuestro propio camino sin ayuda. Sin embargo, la vida tiene una manera de mostrarnos la importancia de esos consejos a través de experiencias y fracasos. Reconocer nuestros errores y la sabiduría de quienes intentaron guiarnos es un acto de madurez y humildad.
Es crucial recordar que la verdadera sabiduría no se trata solo de conocimiento, sino de amor y experiencia compartida. Apreciemos a quienes nos ofrecen su guía, y aprendamos a escuchar con el corazón abierto, sabiendo que cada consejo dado con amor es un tesoro invaluable.
Aprendamos a valorar las lecciones de la vida y a aquellos que, con paciencia y amor, intentan enseñarnos el camino hacia una existencia más plena y significativa.
tomado de la red