¡Vaya soberbia del Estado para castigar al pobre!

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¡Vaya soberbia del Estado para castigar al pobre!

Sí, el mexicano es un gobierno hipócrita y alevoso, ni duda cabe. En Nezahualcóyotl, estado de México “rescataron” a una niña de 11 años de edad, quie

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Sí, el mexicano es un gobierno hipócrita y alevoso, ni duda cabe. En Nezahualcóyotl, estado de México “rescataron” a una niña de 11 años de edad, quien presuntamente era víctima de maltrato infantil, porque estaba amarrada en su domicilio. Con velocidad el “celoso” sistema de protección infantil detuvo al padre, Juan ‘N’, de 48 años de edad, quien fue trasladado y presentado junto a sus cuatro hijas, ante un ministerio público. El señor alegó que la criatura sufre de trastornos mentales.

En la justificación para el arresto se indicó que hay una pobreza extrema en la casa de un padre y 4 hijas (no se menciona a mamá) también suciedad. Y salen con sus leyes hediondas: “el Código Penal Federal, en su artículo 343 Bis, comete el delito de violencia familiar quien lleve a cabo actos o conductas de dominio, control o agresión a alguna persona con la que se encuentre unida por vínculo de parentesco por consanguinidad…”. El Estado es el primer omiso con los niños.

¿Pobreza en México? ¿En medio de esta revolución de clases? No pues que caray, el rey de palacio se regodea con sus “números” y hace énfasis en que que ya salvó a los “desprotegidos” porque él es un santo, bueno, puro. De acuerdo a investigadores y académicos, si ha atendido el actual sexenio a las clases bajas, pero aquellas en pobreza “moderada” y ha ignorado a 9.1 millones que viven en la extrema vulnerabilidad aquellos que no alcanzan un ingreso para adquirir cuando menos una canasta básica.

En medio de las carencias económicas subyace una dificultad para atender a enfermos de cualquier cosa, más aún a un paciente mental. Los golpean, es demasiado atender a un niño autista que estalla en hiper actividad, que rompe cosas y el remedio es darles de nalgadas. En este país donde la inseguridad supura por cada agujero, el señor amarra a la criatura porque su instinto le dice que ese es el mecanismo que tiene a la mano para salvarla de sí misma.

Vuelvo a la historia de horror del joven que tuvo la maldita osadía de accidentarse y dejar marcas en una barda de la carretera federal 15, así inicio la experiencia que dejo dolor, pérdidas económicas, enfermedades y un largo etcétera.

El primer día de ingreso al edificio del poder judicial en Hermosillo, en las calles Dr. Paliza y Londres, colonia Centenario. Debes dejar bolsa de mano, celular, todo se queda en un armario con llave. Luego pasas por un arco detector de metales, no es suficiente, te vuelven a registrar con un equipo manual y ya para entonces entre el miedo a lo desconocido y el estrés de las medidas estrictas, el estómago se estruja, el cuerpo se constriñe. Ahora buscar la sala y conocer al nuevo abogado defensor de oficio federal.

Cuando por fin llega la hora de ingresar a la sala, reconocer quien es quién en ese lugar, aparece una mujer, alta, muy gruesa y con todo el gaznate, para que todos oigan reclama al defensor de oficio que ni siquiera conoce del expediente: “de modo que no quiso pagar”. Después se supo que nadie se molestó en enviarle la carpeta de investigación, lo cual de principio es una falla jurídica. Esa “educada” señora, era la agente de ministerio público (MP) de la Procuraduría General de la República (PGR), la prepotente mujer llegó bragada, autoritaria ¿para asustar más? Innecesario.

Ahí es cuando se dimensiona la distancia abismal entre el ciudadano promedio que tiene que defenderse del gobierno, que se asocia, con los suyos, que invierte cuantiosos recursos por unas marcas imperceptibles en una barda. Todo aquel tinglado del poder judicial en contra de un pobre.

De un lado, el “acusado” y su defensor de oficio, del otro la leona que llegó gritando, como si su sola complexión no fuera suficiente para sentir miedo y dos abogados más de Caminos y Puentes Federales (Capufe). Tres litigantes. A eso hay que sumar los ridículos protocolos de seguridad del poder judicial de la federación (PJF) hay guardias nacionales en la sala a veces uno en otras ocasiones dos. Se cambian de turno cada 20 minutos, se cansan pobrecitos, de hacer nada y prepotentes como ellos solos. En una ocasión uno de ellos exigió a quien acompañaba al imputado que se sentara al otro lado de la sala, no detrás de su familiar.

Casi entra en calzones, que chingados puede hacer la gente. Es lo mismo de siempre: ejercer poder en contra de la perrada. Este es un Estado de humillación constante y permanente.

Por fin una secretaria de audiencia anunció los detalles del caso, comunica que su alteza, el juez ya hará acto de presencia, todos de pie y justo cuando eso ocurre, hay otro sujeto que lo acompaña (no se vaya a perder el costosísimo funcionario judicial) el mismo que luego se para a un costado, haciendo nada. Está de pie y pasados 10 minutos viene otra inútil a suplirlo. Deben ganar millones de pesos, por hacer ese papel que en los hechos es nada ¿A costa del pueblo huérfano, ignorante?

Todo ese gentío para juzgar a este chico que tuvo un lamentable accidente. Y empieza la MP a leer el expediente voluminoso en el que da cuenta de todos a los que entrevistaron, presuntos testigos de los hechos, los mismos que son parte comprometida: uno es dueño de la batanga que jalaban y el vehículo encima. El otro es quien “rentó” y nunca pagó por el uso de la pick up. La funcionaria de PGR jamás vio el expediente así que con una dolorosa y desparpajada dicción leyó aquel gordo mamotreto. Parece que el juez dormita. Seguimos mañana en otra entrega.