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En el Exilio Juana María Olguín Tarín Me encanta que, no acaba de caer el ser humano asesinado mediante el uso de toda clase de instrumentos letal

Omisa la CFE y algo de la elección
Juzgan con una prepotencia ¿y las calles? Llenas de impunidad
Para ver a don Omar, acamparon en la feria 10 días, en SLP.

En el Exilio
Juana María Olguín Tarín

Me encanta que, no acaba de caer el ser humano asesinado mediante el uso de toda clase de instrumentos letales, no digamos metralletas, cuando las “autoridades”, a una velocidad que ya la quisiera uno para mejores causas, avisan que saben quién era. Hubiera sido fabuloso que con esa información le fincaran cargos, lo responsabilizaran por sus actividades ilícitas, pero no que va. Así que ahora que está muerto, replican las campanas.

Es una verdad que se impone, por sentido común, que ahora que esa persona ya no respira, es el momento de ventanear lo que se sabe, ahora sí despotricar en su contra porque una de dos: ya no representa peligro o ya no es negocio cubrirlo. La aplicación temeraria aquella de: plata o plomo, pero eso si con miedo o sin él, se forjan cuantiosas fortunas. Inexplicables.

El asunto de los antros que operan a diestra y siniestra en la ciudad y particularmente, en zonas habitacionales, son un viacrucis, no solo los fines de semana. Hace años relataban los vecinos afectados que no solo es el ruido hasta la mañana siguiente, sino además toda clase de cosas en las banquetas contiguas: sexo, defecan, orinan.

Ah, pero ahora que hubo tres personas asesinadas en uno de esos sitios, las autoridades responsables de vigilar la actuación de esos giros quieren castigar, suspender licencias. Pero, por otro lado, los dueños de esos negocios ¿deberían tener arcos detectores de armas? Luego te imaginas que lleguen a sonar los artefactos ¿Qué van a hacer? ¿Impedirles el acceso? Ahí empezará la balacera y las víctimas ya imagina quienes serán.

Por estos días no hay una sola actividad, trabajo, oficio, que deje a salvo a los ciudadanos. Ni adentro de sus casas. Ya ven el niño de 8 años herido en Obregón. Bueno pues, pero que siga la fiesta…que deja exorbitantes ganancias.

En la entrega pasada les contaba de cómo uno mismo construye el camino al infierno, mea culpa. Cuando los ex directivos de noticias de la empresa de cable me negaron la entrada en 2013 y me dieron todas las excusas, claro responsabilizando al presidente del consejo de administración, de que no hubiera dinero para ¿financiar mi programa? Con la burocracia horrorosa que tenían. Pero cómo me iba a arredrar, como yo con hambre y sed de justicia, iba a aceptar el no rotundo que me daban. Salí casi a rastras y de inmediato llamé para informar de los tétricos resultados.

A los días me llamó el ex principal de noticias, parecía que lo tenían sofocado o me hablaba de ultratumba, para informarme que del resultado vicioso. No sería una hora diaria sino media. Todo era mi responsabilidad, salvo ingresar imágenes al sistema.

A la distancia me veo contrahecha, frustrada porque si bien es cierto los vencí, fue a la mala y eso lo pagué caro. Hubo toda clase de encontronazos con los jefes intermedios, uno de ellos me dijo cuando quieres empezar, dije el lunes y me respondió, no ese día no, es cuando hacemos puras pendejadas. Lamentablemente confirme después que hubiera sido una bendición que los errores técnicos sucedieran solo el primer día de la semana, era un traspié tras otro. Minuto a minuto.

El colmo fue cuando pasó un mes, otro y yo me preguntaba dónde me voy a formar para que me paguen, todo el sufrimiento que enfrento no es gratis y ahí apareció la venganza por quedarme donde no me querían: vas a ser por honorarios y hasta que traigas facturas te van a pagar. Otra vez ¡corre niña huérfana, corre! ¿A las cuantas humillaciones vas a entender que estas en terreno minado? ¡Lárgate a nadie le importa tu trabajo, menos tu persona? Me quedé 8 años 11 meses. Hasta risa me da ahora.

Para ser sincera, en la soledad de mi cuarto lloré por el despido. Algunos días me duró el pesar, el duelo. Luego me di cuenta que era la respuesta a mi súplica: Señor ayúdame. Y el poder Superior sabía, como yo ahora, que tenía que dar gracias porque me echaron, no sabía cómo escapar del muladar en el que me hundía cada vez más.