Entretelones Samuel Valenzuela Cuando revisamos resultados de encuestas –de todas—somos escépticos y hasta incrédulos; nuestra reacción al rev
Entretelones
Samuel Valenzuela
Cuando revisamos resultados de encuestas –de todas—somos escépticos y hasta incrédulos; nuestra reacción al revisar los numeritos, no nos llevan al análisis del resultado de las respuestas emitidas y cuyo sentido se refleja en porcientos graficados en barritas y quesitos, si no en los intereses de la empresa encuestadora y de los intereses de quien pagó por ese trabajo.
Expertos en este tema aseguran que sólo hay dos tipos de encuestas: las contratadas, realizadas y publicadas con el fin de enflacar o engordar caldos para generar percepciones en función del interés del contratante, y las que no se publican, cuyos resultados son parte del diseño de estrategias de instancias del sector público y privado para determinar rumbos y toma de decisiones.
En la mayoría de los casos, por no decir en todos los casos, toda encuesta es causa de desconfianza ante evidentes incongruencias y contradicciones, que, para los defensores de esos ejercicios denominados demoscópicos, solo son reflejo de la complejidad de la sociedad y de los estados de ánimo de sus integrantes y que por eso son fotografías del día y cambiantes, y no, niegan de forma contundente que sean resultado de un simple trabajo de escritorio.
Mitofsky es la empresa encuestadora que se supone está mejor posicionada y cuyas mediciones son publicadas prácticamente todos los días, además de ser punto de referencia en las altas calificaciones de aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador en lo que se nos figura subyace un convenio financiero muy suculento, así como otras de renombre que se encargan de empatar más o menos los resultados de sus levantamientos.
No nos vamos a meter en mayores berenjenales y siendo leves, solo podemos considerar la lectura de encuestas como un ejercicio recreativo y en todo caso ocuparse en cuestionar tales engañifas, inconsistencias, incongruencias y contradicciones de sus resultados y que si alguien los cree pues es muy su santa voluntad, aunque la verdad, tales ejercicios no son de consumo masivo y son focalizadas en objetivos muy limitados.
Solo como ilustración, veamos lo que publica Mitofsky respecto al comparativo al mes de junio del presidente y gobernadores de los estados y donde extrañamente las o los encuestados en el Estado de Coahuila, donde MORENA y el presidente acaban de recibir una pela en la elección reciente, López Obrador recibe una calificación del 70.2 por ciento, mientras que el gobernador es calificado por un 60.3 por ciento.
Más chocante aún el caso de Sonora, en donde el presidente tiene una aprobación del 66.6 por ciento, mientras que Alfonso Durazo Montaño tiene un 48.5 por ciento, diferencial de -18.1 que lo coloca en el fondo del listado, superado solo por los gobernadores de Morelos y Tabasco donde la opinión ciudadana luce tan distante en materia de aprobación.
Desde nuestra perspectiva no hay concordancia en los numeritos respecto a Sonora, el presidente y el gobernador, porque a ojo de buen cubero, para cualquiera pareciera discordante el que la opinión ciudadana fuera tan distante entre un gobernador tan cercano al inquilino de Palacio Nacional y que se desvive para engrandecerlo, a no ser que tal sujeción le esté resultando muy costosa al de Bavispe, claro, a partir de que dicho resultado sea real y no producto de trabajo de escritorio.
Además, tal resultado demoscópico tampoco concuerda con lo que al menos en materia mediática se sabe respecto a tantas obras en proceso con cuantiosa inversión, que, si bien es federal, para el común mortal se percibe como obra del gobierno en términos genéricos.
Así las cosas, todo indica que la encuestadora no entrevistó por ejemplo a ninguno de los cientos o miles que han asistido a la entrega de becas, a los cientos de beneficiarios de programas que despliega la SEDESSON o el DIF estatal o por lo bajito, a nadie de los cientos que fueron parte de los eventos de la gira por los municipios de Carbó, Benjamín Hill y Santa Ana hace unos días.
A partir de todo este contexto, a lo mejor sería bueno que el gobernador recurra a sus reconocidas habilidades en el manejo de asuntos relacionados con la comunicación o bien lo haga Paulina Ocaña, Coordinadora del Sistema Estatal de Comunicación Social, para que Mitofsky de un trato más equilibrado al mandatario estatal a quien por lo regular lo traen de bajada, aunque a lo mejor ya se ha intentado ese arreglo solo que no le han llegado al precio o bien, que el vocero presidencial Jesús Ramírez Cuevas les haga el favorcito en reciprocidad a la protección mediática que ofrece el gobierno de Sonora al presidente.
En fin, desde nuestro punto de vista las calificaciones de Mitofsky respecto al presidente y el gobernador de Sonora debieran ser invertidas o al menos fifty-fifty, tomando en cuenta las responsabilidades compartidas, aunque al parecer pesa mucho la mediocre gestión de presidentes municipales como Javier Lamarque, Santos González, Luis Fuentes, Juan Francisco Gim, Jorge Alberto Elías, Abraham Mier, de Cajeme, San Luis Río Colorado, Empalme, Nogales, Navojoa y Caborca, respectivamente.
Es más, la única que abona de forma positiva a la gestión de Durazo Montaño y no es un lastre mediático para el gobierno estatal es la alcaldesa de Guaymas, Karla Córdova, quien sin aspavientos ha podido reencausar la convivencia comunitaria y generado una percepción social de honestidad, seguridad y de trabajo, que si el resto de munícipes morenistas lograran la mitad de lo conseguido por su par de Guaymas, otra cosa fuera tanto para los ciudadanos como para la imagen del gobernador.
Es que la inseguridad pesa mucho en la imagen de cualquier gobernante y en esa asignatura han fallado de forma miserable, en el marco de esa mencionada responsabilidad compartida y cuyos costos recaen principalmente en la imagen de Durazo Montaño, por más cifras maquilladas que se presentan de forma esporádica y que dejan en nada los resultados de encuestas cuchareadas.
Por otro lado, inquietante el comunicado de la UNAM donde se advierte sobre el comportamiento del Covid-19, el creciente número de nuevos casos en todo el país, el elevado índice de positividad de las pruebas de diagnóstico, lo cual muestra una amplia circulación del virus a nivel comunitario.
El Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes de la Máxima Casa de Estudios emitió una advertencia a la comunidad universitaria para intensificar medidas de prevención de contagios similares a las aplicadas durante la pandemia, con especial atención a personas en riesgo, en un contexto alarmante.
Al respecto, nada se escucha de parte de instancias de gobierno, en donde se contentan con el autoelogio y alardes triunfalistas de quienes ya pasaron a la historia como criminales con más de 800 mil muertes en sus espaldas, aunque sin embargo tienen el descaro de prospectar que nuestro sistema de salud está a un tris de ser similar al de Dinamarca.
Evidente la ausencia de un programa de vacunación de refuerzos al menos para la población en mayores riesgos o si lo hay no es del conocimiento público al menos en Sonora, quedando pendiente alguna información que pudiera dar a conocer el titular de salud José Luis Alomía, que en el caso del doctor muerte, Hugo López Gatell poco o nada se puede esperar.
Sabemos de amistades que por aquello de no te entumas, han tenido que cruzar a Estados Unidos para aplicarse esas vacunas de refuerzo, porque en territorio nacional no hay disponibilidad o al menos eso nos han comentado, que, en nuestro caso, las indagatorias han sido infructuosas sobre el tema.
Al estilo, seguramente el presidente y su cómplice minimizarán los riesgos e incluso arremeterán en contra de la UNAM, sin importar los nefastos antecedentes de los resultados de su negligencia, que en esta etapa de la pandemia que se informa en el comunicado de referencia, podría representar mucho más dolor para miles de familias mexicanas.
Así las cosas, urge un programa de vacunación intensivo para reforzar las defensas de quienes pudimos superar aquellas jornadas aciagas donde la muerte tuvo permiso para invadir miles de hogares, mientras el presidente y López Gatell promovían reuniones masivas, descartaban el uso del cubrebocas; calificaban de amarillistas a quienes advertían sobre riesgos de morir si se contraía el virus y desmantelaban el sistema de salud con ocurrencias.