Entretelones Samuel Valenzuela Desde joven estuvo cerca de ella y este lunes la muerte coincidió con quien puso a varios a su disposición, en un
Entretelones
Samuel Valenzuela
Desde joven estuvo cerca de ella y este lunes la muerte coincidió con quien puso a varios a su disposición, en un contexto de épicos episodios ocurridos a fines de los años 50 y a principios de los 60 en aquel Yécora aislado y donde daba vuelta el viento.
Siempre dijo que la muerte no lo asustaba y no estamos en condiciones de opinar al respecto, porque de su agonía solo él supo hasta que exhaló su último aliento en el Hospital General del Estado, luego de ser trasladado desde Sahuaripa en estado de gravedad.
Si, se murió mi tío Juan de Dios Valenzuela Guerrero; en esta ocasión no pudo esquivar a la huesuda como tantas veces lo hizo a lo largo de su vida, como en aquel tiroteo en La Oficina, otrora cantina emblemática de Yécora; en la vieja cárcel de Hermosillo donde purgó cinco años por matar a balazos a otros tantos en defensa propia, resultando herido sólo en el pulgar derecho.
Luego a otro en respuesta a la arrogancia y la provocación, que le ganaron notas en primera plana en diarios de Hermosillo donde se calificaba a Yécora como “Pueblo sin ley” y hasta que se compusiera un corrido en su honor, para después mantenerse fuera del alcance de la justicia y ansias vengadoras por muchos años, cambiar hasta de nombre y de país, para ya después, dada la prescripción, regresar a sus dominios con la elevada carga de los años.
Sobrevivió a balas, carros desbarrancados, pleitos de cantina, a la inhóspita vida del monte y lo más recóndito de la sierra y al aislamiento en el extranjero; tenía puntería de apache; no muy deseoso de entrarle a la vaquereada, pero indispensable su presencia en los corrillos alrededor de las fogatas por su tan rico anecdotario sobre sus avatares y conceptos sobre la vida, la muerte, el diablo, Dios, el cielo, el infierno, los ángeles y demonios y sobre todo, como excepcional consumidor de salta pa’tras.
Pasaba temporadas en Yécora y Sahuaripa, siempre muy respetuoso y respetado, por habitantes de comunidades sobre esa ruta y brechas aledañas, por las que circulaba con frecuencia manejando su picapón, a pesar de su avanzada edad.
Desde nuestra niñez le guardamos temerosa admiración, mal disimulado orgullo de ser su sobrino y especial cariño, dada su condición de proscripto y marginado; nuestros primeros recuerdos se remontan cuando acompañamos a mi papá, Don David, a visitar a su hermano hospedado en la cárcel ahora convertida en museo; ahí lo vimos ataviado con un holgado pantalón mezclilla, con camiseta tira huesos, botas vaqueras y sombrero. Estaba en un espacio inmediatamente enseguida de las grandes rejas al ingresar al interior del penal; era el llavero y daba órdenes.
Solo estuvo preso cinco años al acreditar legítima defensa y favorecerle el que él mismo se haya puesto a la disposición de la justicia luego de defenderse y aniquilar a generadores de violencia que desde Chihuahua bajaban a Yécora a cometer tropelías, y quienes además se la tenían jurada a “los Valenzuela”, hijos de mi tata Ricardo y de mi nana Chelo, entre ellos mi padre.
Luego lo vi fugazmente cuando era perseguido por responder arma en mano atentado contra su vida, así como conocerlo mejor durante su exilio en el extranjero, compartiendo a veces junto con él el salto de mata, y ya después gozar de sus relatos en las esporádicas, largas y frías trasnochadas en Sayula, rancho de nuestros ancestros en donde también tuvo y tiene su patrimonio.
Con mi tío muere el último de los mohicanos al estilo sonorense y extrañamente su muerte no nos hace sentir como de luto, si no que permea esa sensación de abandono porque ya no estará en la ya próxima tertulia familiera en el rancho para bañar; ya no lo veremos comer carne a pedacitos, ni podremos chipilearlo con un buen trago, con un salta p’atrás, ni escuchar sus historias, que si bien ya muy platicadas, siempre le agregaba alguna novedad.
Cada vez que se enfermaba y vaya que se las vio difíciles en alguna ocasión, referenciaba al ciclo de la vida que por lo regular concluye para todos y del que nadie se escapa, prospectando un nada de qué preocuparse porque decía siempre estar preparado para el fin de su vida, esa que tan batallosa fue para él y a la que tantas veces tuvo que defender, y no solo la suya, sino también la de su familia.
Nos gustaría decir que tuvo una vida plena, pero no, porque no la tuvo en los términos como se entiende la plenitud en estos tiempos, pero sabemos que se la pasaba a toda madre en el monte, en el rancho, con sus amigos y su familia, lo cual nos hace considerar que la plenitud es muy relativa.
Descanse en paz mi tío Juan, el hermano de mi padre, el hijo de mi tata Rico y mi nana Chelo; el papá de Custodio, Herodio y Sidia; quien fuera esposo de mi tía María; quien encontró refugio en sus últimos 15 años con doña Fidela y su familia en Sahuaripa, y eso de descanse en paz es solo un decir.
De su sabiduría nos quedamos cuando al recomendar prudencia, aseguraba que vale más una mancha café en los calzoncillos que una mancha roja en el pecho, en el estómago o en la cabeza, y para efectos de moderación en la bebida, decía que cuando entraba a alguna cantina, bar o antro, procuraba la compañía de la dama más fea del lugar y que cuando la comenzaba a ver bonita, era la señal que le indicaba que ya estaba bueno de la tomadera.
Pues ya teníamos esbozados los Entretelones de este puente constitucional, pero como se murió mi tío dejamos para después comentar sobre la argucia presidencial de ocupar su valioso tiempo en reproches porque según esto no recibió a cabalidad los honores durante el evento de aniversario de nuestra carta magna en Querétaro, para evitar hacer referencia a la madriza que recibió de parte de los representantes de los otros dos poderes de la unión y del mismo gobernador de ese estado.
Mañana le entramos a ese tema, pero por lo pronto, resulta sumamente paradójico que alguien que expresamente desprecia la constitución, la pisotea a cada rato, inventa atajos para violarla y la incumple, se atreva a festejar su aniversario con todo cinismo y no solo eso, adelantar que insistirá en cometer actos en contra de ella hasta que sus términos se adapten a su proyecto, cuando su proyecto es el que debería adaptarse al mandato constitucional. En fin, ya veremos mañana.