Ahora que somos como Dinamarca o Noruega en el sector Salud, sería muy conveniente abordar el sector Educación como lo hizo en su momento Finlandia —ya que andamos por los países nórdicos—. Y al parecer así será gracias a la transformación, porque se propone una “auténtica revolución de la educación”, en la cual los maestros tendrán prohibido reprobar a los alumnos que no reúnan los conocimientos de la fase respectiva
Omar Alí López Herrera
Muy lejos de ser Singapur
Ahora que somos como Dinamarca o Noruega en el sector Salud, sería muy conveniente abordar el sector Educación como lo hizo en su momento Finlandia —ya que andamos por los países nórdicos—. Y al parecer así será gracias a la transformación, porque se propone una “auténtica revolución de la educación”, en la cual los maestros tendrán prohibido reprobar a los alumnos que no reúnan los conocimientos de la fase respectiva.
Con esta “revolución” educativa llegaremos muy lejos, seguramente, y para no ser tan ambiciosos de parecernos a Finlandia, digamos que con el tiempo nos reiremos de Singapur que, en menos de treinta años —y gracias al entonces primer ministro Lee Kuan Yew—, construyó el hoy tercer modelo más efectivo del mundo y sacó así del subdesarrollo al país.
Singapur plantea como fin de su modelo que la persona “Tendrá confianza en sí misma y un claro sentido de lo que es correcto y de lo que no lo es. Será capaz de discernir y establecer con independencia su propio juicio. No se trata de una versión maniquea de bien y mal, la corrección es la brújula”.
Como se aprecia, la intención educativa del modelo de Singapur busca darle sustentabilidad a la lucha contra la corrupción impuesta por Lee Kuan Yew después de condenar a muerte a todos los corruptos o sospechosos de corrupción del país. El modelo mexicano es diametralmente opuesto; pero eso no importa, porque podemos sacar un pañuelo blanco para solucionar todo lo relacionado a la corrupción.
El ‘nuevo modelo educativo’ propuesto por el gobierno federal le inculcará al niño que los conocimientos no son necesarios para la vida. Le enseñará que no necesita esforzarse ni a tener confianza en sí mismo y, lo peor, aceptará lo incorrecto como adecuado y beneficioso.
¿A qué le dará sustentabilidad este modelo, entonces? Quizá a lo que ya estamos viendo, donde la gente no cumple las normas que nos unen como sociedad y dan sentido a la nación, y toma decisiones alejadas del bien común, al amparo de la impunidad. Si bien no hay nadie que las registre, creo que estas situaciones se están presentando cada vez con mayor frecuencia.
Aunque en el resto del país no me consta, mi entorno inmediato sí, y lo usaré como ejemplo. En los últimos tres años hemos sido testigos en mi colonia de cómo algunos vecinos se han adjudicado espacios públicos para extender sus propiedades. Primero fue uno, que tomó casi 30 m2 de vía pública y los cercó. Y como no pasó nada, el segundo se agandalló 50 m2 de área verde para ampliar su casa. Y como no pasó nada, el tercero se adjudicó casi 20 m2 para construir un cuarto sobre el área verde. Y como no pasó nada, el cuarto, vecino del tercero, también hizo lo propio con otros 20 m2.
Con estas acciones y con el nuevo modelo educativo que las valida implícitamente, estamos muy lejos de ser Singapur; pero más lejos estamos de construir una verdadera comunidad en donde los ciudadanos tengamos las condiciones más adecuadas para alcanzar la felicidad. Aunque quizá la intención al final sea que todos seamos felices haciendo lo incorrecto.