Enfrentamienmto entre las barras del Querétaro y el Atlas obligó a aficionados a ponerse a salvo e invadir la cancha del estadio; niños y mujeres vivieron momentos de pánico al presenciar la furia de dementes a los que menos les importaba era el espectáculo deportivo
La falta de seguridad y mayor control en los estadios del balompié mexicano vuelve a quedar en evidencia, luego de que pseudo aficionados encubiertos en los grupos de barras de apoyo protagonizaran este sábado un enfrentamiento en tribunas y que se desplazó posteriormente a la cancha. Lo grave es que a estos dementes no les importó la presencia de niños y mujeres que acudieron para presenciar el juego entre Gallos Blancos de Querétaro y Zorros del Atlas.
El detonante de esta barbarie se registró en el minuto 63 del juego, cuando en tribunas se desató una batalla entre barristas de ambos equipos que ignoraban en todo momento lo que sucedía sobre la cancha y se centraban en causar daño a sus adversarios.

La bronca subía de tono, lo que obligó a que aficionados que se encontraban en la parte baja de la grada comenzaran a entrar a la cancha por uno de los accesos, dada la gravedad de la situación.
El árbitro del encuentro, Fernando Guerrero, se percató de lo que sucedía en las tribunas y la invasión a la cancha por parte de algunos aficionados, por lo que decidió suspender el partido.

Sin la presencia visible de policías o personal de seguridad que intentaran controlar la situación, aficionados, en su mayoría mujeres y niños comenzaron a dejar sus lugares para entrar a la cancha mientras que la bronca entre las barras de ambos equipos se multiplicaba hacia otras partes del estadio Corregidora.
La situación se puso más tensa y el número de aficionados que invadió la cancha aumentó, lo mismo que la presencia de pseudo aficionados que trasladaron su enfrentamiento hasta el césped del estadio.

Para evitar ser blanco de alguno de estos dementes que se dicen aficionados, varios asistentes que portaban playeras con los colores de su equipo optaron por despojaron de sus camisetas para evitar que fueran víctimas de un ataque directo, solo por llevar los colores de su equipo.
La autoridad en el estadio brilló por su ausencia, el miedo se apoderó de los verdaderos aficionados que vivieron en carne propia momentos de terror y quedaron a merced de pseudo aficionados a los que lo único que les importaban era echar a perder un espectáculo deportivo y familiar.
El saldo: extraoficialmente se habla de dos muertos y al menos ocho heridos de gravedad.
