AMLO se deslinda del maleante, pero consiente sus maldades

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AMLO se deslinda del maleante, pero consiente sus maldades

Deslindarse discursivamente de los maleantes, pero consentir sus maldades, no deja de ser una forma de complicidad. En ocasiones es también el procedimiento acostumbrado para lavarse las manos

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

Deslindarse discursivamente de los maleantes, pero consentir sus maldades, no deja de ser una forma de complicidad. En ocasiones es también el procedimiento acostumbrado para lavarse las manos. Así se comporta el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando en sus últimas conferencias mañaneras, ha estado poniendo distancia del ex gobernador de Sonora Guillermo Padrés, pero al mismo tiempo avala la operación ilegal del Acueducto Independencia; obra señera de Padrés, quien sirvió como instrumento de intereses privados para despojar a la tribu Yaqui y a las actividades productivas del sur de Sonora de las aguas del Río Yaqui con la construcción del acueducto que desvía importantes volúmenes de agua a la ciudad de Hermosillo.

  Guillermo Padrés, está muy lejos de ser un hombre de ideas, es más bien un manojo de ambiciones, pero se siente cómodo en la correlación de fuerzas políticas que se agrupan en torno al nuevo gobierno estatal. Apenas transcurridas las primeras semanas de la nueva administración, hizo su primera aparición en público en el municipio de Huatabampo, al sur de la entidad. No lo había hecho desde que logró la libertad bajo fianza, hace más de dos años, cuando abandonó el Reclusorio Oriente, donde purgaba condena por delitos de corrupción y sobre los cuales se le sigue proceso bajo libertad condicional. 

Su segunda aparición, la hace en un medio estatal, para presumir el aval presidencial al acueducto. Mostró su acostumbrada adicción a la mentira y  presenta la realización de la obra como una hazaña épica que supuestamente lo enfrentó al gobierno de Peña Nieto. En una fuga de toda proporcionalidad cuenta que por eso fue encarcelado. Con su narrativa fantasiosa dibuja una personalidad disruptiva, dispuesta a la violación a la ley y al Estado de Derecho, así como lo hizo con la construcción y operación del Acueducto Independencia y en muchos otros frentes durante los seis años de su gobierno.

  Las cantidades involucradas en los fraudes que se le imputan no son menores. Los montos referidos colocan a Padrés en las grandes ligas. Durante los seis años de su gobierno las afectaciones al erario que se hicieron públicas y formaron parte de las acusaciones recibidas por la Fiscalía General de la República, se estimaron en más de 30 mil millones de pesos, casi el equivalente a un año del entonces presupuesto estatal de Sonora. Pero los males referidos a la corrupción administrativa de su gobierno, aun estando en los niveles del escándalo, no fueron los mayores. 

El mayor daño al estado, por su connotación estructural, lo ocasionó con la construcción del Acueducto Independencia, la punta de lanza de una política hídrica neoliberal, que en el caso de Sonora, se propone convertir los almacenamientos de la Cuenca del Río Yaqui, en una reserva privada de los especuladores inmobiliarios que codiciosamente se asientan en la ciudad de Hermosillo y contemplan los caudales del Río Yaqui como una palanca indispensable para las proyecciones desmesuradas de sus ganancias monetarias. La avaricia los hace ciegos a los daños que ocasionan: no les importa que se ponga en riesgo el abastecimiento de agua para la tribu yaqui, tampoco que se vea afectada la producción de alimentos del sur de Sonora.

Apropiarse de las aguas del Río Yaqui, desde la capital del estado, con la construcción de un acueducto, fue una idea que se acarició por cerca de dos décadas. Los grupos privados no habían encontrado a una personalidad cuya proclividad a delinquir le diera el arrojo para realizar tal hazaña. Pero apareció Guillermo Padrés, quien reunió todos los requisitos para la tarea. Gozó del apoyo franco y descarado de Felipe Calderón, también de la hipócrita complicidad de Peña Nieto y ahora el presidente López Obrador se deslinda del maleante pero legitima sus maldades.