Es bueno de vez en cuando encontrar que hay hombres, políticos que sienten vergüenza o los obligan a sentirla cuando la han regado y feo, es lo que se ve con la caída del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien dimitió el lunes reciente luego de una investigación donde 11mujeres lo imputaron de acoso sexual y aquí está la salida del cargo
Juana María Olguín
Es bueno de vez en cuando encontrar que hay hombres, políticos que sienten vergüenza o los obligan a sentirla cuando la han regado y feo, es lo que se ve con la caída del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien dimitió el lunes reciente luego de una investigación donde 11mujeres lo imputaron de acoso sexual y aquí está la salida del cargo. Es lo mínimo que puede hacer alguien que es señalado de conducta inapropiada y más aún de abusar de su jerarquía en el cargo público.
El mismo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden le solicitó la semana pasada cuando empezó el escándalo que haría bien en “dar un paso al costado”. No lo defendió en ningún momento, muchísimo menos se atrevió a poner en tela de duda a las mujeres víctimas, tampoco usó el conocido garlito del que abusa hasta la saciedad en México: “es un ataque político”. Si fueran solo bandidos, sería un ajuste de cuentas ¿qué no? Digo.
En las últimas horas una abominable circunstancia en donde un joven veracruzano José Eduardo, de 23 años de edad viajó a Mérida, Yucatán por una oferta laboral llegó allá y lo siguiente que sabe la madre, Dora María Ravelo Echevarría es que el 21 de julio, cuando iba a una entrevista de trabajo, fue detenido sin causa justificada en el Parque de San Juan por 4 agentes municipales, que lo torturaron, lo violan y fallece a causa de las lesiones que le causaron.
Imaginen el cuadro, la madre viene al auxilio de su hijo herido, lo lleva al hospital y el médico le pregunta si es homosexual y luego lo da de alta. El prejuicio maldito que anega la mente de las personas. Sin duda que le quitó posibilidades de sobrevivir a la víctima. Cuando regresó a recibir atención ya se sentía más grave y murió.
Así que en este cuadro revelador tenemos la cara de este México aborrecible donde las víctimas son defenestradas desde el atril de palacio nacional donde el pastor habla a su rebaño para defender a sus amigos y acusar a las mujeres violadas de ser parte de una estratagema para perjudicar a personajes impresentables como el senador de Morena, Félix Salgado Macedonio, quien es gobernador -detrás de su hija- en Guerrero.
El médico que preguntó qué vida sexual llevaba José Eduardo en Mérida, saboteo con su miserable prejuicio horas valiosas para que el chico sobreviviera. Son todos funcionarios mexicanos que revictimizan a las víctimas. Lo mismo desde palacio nacional que desde un ladrillo donde se trepó el trabajador de la salud y se mareó con el poder ¿Qué hay de las víctimas de Salgado Macedonio? Nada, antes como antes, ahora como ahora. Ni el poder político tampoco el judicial está en modo para salvar a las víctimas de depredadores y menos para obligarlos a largarse a sus casas.
Parece ser que aquí vamos de nuevo con la película que vimos al término del ratero gobierno de Guillermo Padrés en que, bueno aquello no eran especulaciones -había pruebas fehacientes en cada esquina-. No se llevaron palacio de gobierno porque les dio flojera quitar los ladrillos- ahora en la culminación del gobierno de Claudia Pavlovich, ya salió a decir Alfonso Durazo que no hay dinero y que apenas le alcanzará para pagar la primera quincena de la burocracia estatal. Pero no dijo por qué y a causa de qué es esa ruina jodida. Ojalá no se vaya a pasar el sexenio entero con esa excusa.
Por lo pronto ese cáncer en que se ha convertido el ISSSTESON para las finanzas públicas y al que Pavlovich no quiso entrarle con la ley en la mano, luego de los saqueos brutales en que incurrieron todos los directores en ese organismo, al día de hoy hay una quiebra técnica irreversible. Malamente quieren a costillas de todos los sonorenses seguir alimentando ese monstro ¿Y a beneficio de qué? Jodidos los que no tenemos servicios médicos y encima cargamos con los privilegios de otros.