Si esta vez el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) se sale con la suya y su violación a la veda electoral queda impune, igual que en el proceso electoral de 2018 sabremos pues que la justica para no variar cojea y simplemente se arropan del principio juarista: para los amigos amistad, para los enemigos la ley a secas. Además, como ignorar que son socios en el negocio de ganar elecciones y gobernar
Juana María Olguín

Si esta vez el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) se sale con la suya y su violación a la veda electoral queda impune, igual que en el proceso electoral de 2018 sabremos pues que la justica para no variar cojea y simplemente se arropan del principio juarista: para los amigos amistad, para los enemigos la ley a secas. Además, como ignorar que son socios en el negocio de ganar elecciones y gobernar. El cinismo y descaro ¿los protegerá otra vez?
Días posteriores al 6 de junio, hubo una condena unánime en el Instituto Nacional Electoral (INE) —la burocracia de oro en este país de millones de desempleados con sueldos de hambre-, la realeza, de acuerdo en que se castigaría de manera ejemplar la osadía del verde. Que no habría impunidad para ellos y los “famosos” que por cifras de varios ceros se atrevieron a violar la veda.
Como bien se sabe las palabras se las lleva el viento y la principal duda de que se les aplique la ley, es lo bendecidos que otra vez, por otro gobierno federal han resultado. Aquí sí que el lema de: no somos iguales, queda asquerosamente rebasado por todos los costados. El verde le ha servido al PRI, al PAN, son amantes del mejor postor y siempre se salen con la suya. Sí, en este país donde urgen señales de que algo queda de ley y de justicia.
Las tronantes declaraciones del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles dan escalofríos porque si lo que declaró la mañana del miércoles, la mitad es cierta, su vida corre peligro, si el porcentaje de verdad de sus dichos es más alto, el riesgo es catastrófico y para todos los mexicanos. Además, él mismo hizo nada para salvar a sus conciudadanos de la debacle que padecen con el ataque constante y permanente del crimen organizado.
No solo eso, fue un salvaje al atentar contra un profesor que clamaba por su ayuda para recuperar la paz en la comunidad de Aguililla. Lo empujó mientras el docente solo mostraba una cartulina y del hombre no se ha vuelto a saber, seguro huyó del estado, no hay para que quedarse cuando se han quemado todas las opciones para sobrevivir y menos cuando el gobernador te agrede sin razón.
¿Quién en su sano juicio puede creerle a Andrés Manuel López Obrador que él y su gobierno no espían? Hace unos 15 días se desató un escándalo porque “alguien” filtró audios del vocero de la secretaría de gobernación, a quien se le oye ordenar un ataque al primer abogado de la presidencia, Julio Sherer si eso no es espionaje ¿qué diablos es? Además de juego amigo, claro.
Las instituciones todas hay cambios de titulares, pero los funcionarios son los mismos que sirvieron al PRI, luego al PAN y ahora a Morena y los vicios y manías están intactos, se hace espionaje so pretexto de la seguridad nacional, porque negar lo obvio. Es el problema de solo vociferar y no sentarse a analizar qué se hace en cada dependencia y la clase de hampa hay detrás de los muros.
Otra vez el ataque a los trabajadores de los medios de comunicación y a las clases medias, hay que declararlos enemigos nacionales a unos y otros, y mientras se entretiene el mandatario es sus infiernitos, las desgracias de la sociedad mexicana escalan espantosamente. La pradera incendiada en toda su magnitud y no hay nadie que les extienda una mano para auxiliarlos. Los alcaldes reclaman a los gobernadores, éstos a la administración pública federal y ante el vacío de autoridad los peligros crecen. Las bandas de sicarios atacan a civiles indefensos, para “calentar la plaza”.
En Hermosillo tienen el descaro de advertir que multarán a quién tire agua hoy día de san Juan y ¿qué hacemos con todas sus fugas? ¿dónde se les entrega sanciones económicas por el tiradero del vital recurso? Sería bueno que la sociedad tuviera capacidad de sanción. Todavía no. Ojalá que un día.