Hay personas cuya vitalidad, energía y activismo, las hace aparecer como incansables, pero ayer por la tarde las fuerzas abandonaron el corazón de Filiberto (el Kily) Cruz, quién falleció a los 78 años de edad, cerrando una vida de intenso trabajo y apasionada entrega a las actividades productivas del Valle del Yaqui
Por Alberto Vizcarra Ozuna

Hay personas cuya vitalidad, energía y activismo, las hace aparecer como incansables, pero ayer por la tarde las fuerzas abandonaron el corazón de Filiberto (el Kily) Cruz, quién falleció a los 78 años de edad, cerrando una vida de intenso trabajo y apasionada entrega a las actividades productivas del Valle del Yaqui. El Kily fue parte de una generación que forjó su identidad al amparo de una política pública orientada a la protección de la producción nacional de alimentos; generación que no desvinculó su éxito personal del compromiso social relacionado con la edificación de una región marcada con la misión de contribuir a la alimentación de México y el mundo.
Como muchos de su generación, le tocó ser de los niños que presenciaron con asombro el boom económico del Valle del Yaqui tras la construcción de la Presa Álvaro Obregón. Por aquellos años (1947-1952) una de las obras de infraestructura hidráulica más grandes de América Latina. Esto impulsó a Cruz Leyva al estudio de la agricultura en la Escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez Chihuahua. De regreso al Valle del Yaqui el Kily empezó a forjar su patrimonio con esfuerzos propios y desde condiciones muy modestas, al tiempo que también cursaba otra carrera profesional de administración en el Instituto Tecnológico de Sonora.
Esto le dio la plataforma para desarrollarse en la agricultura. Fue presidente de la Unión de Crédito Agrícola del Yaqui y también dirigente de la Asociación de Organismos Agrícolas del Sur de Sonora. A principios de los años noventa nos reconocimos en la lucha en contra de los términos en que se pretendía firmar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá, cuyo capítulo agropecuario ponía a los productores de granos básicos de México en franca desventaja ante los corporativos que controlan los mercados mundiales de alimentos.
En los foros y encuentros nacionales que participamos, el Kily se distinguió por su discurso claridoso y franco en contra de estas políticas, también por su gran sentido organizativo y su firme idea de que en las luchas y causas comunes “todos nos necesitamos”. En este contexto participó en la defensa del campo y su rescate financiero cuando los costos de producción y de las tasas de interés subían al mismo tiempo que los precios de los productos primarios caían, generando una desmesurada e inmanejable cartera vencida.
El Kily comprendía la importancia nacional del Valle del Yaqui y con ese entendimiento nunca escatimó ponerse al frente de las luchas que lo defendieran y buscaran su protección. Por eso su presencia brilló en la defensa de las aguas del Río Yaqui y en contra de la operación ilegal del Acueducto Independencia, con el que se desvían las aguas a la ciudad de Hermosillo en contraposición a la ley y al decreto de Lázaro Cárdenas. Sabía y lo decía insistentemente, que no se podía admitir la desviación de un solo metro cúbico, porque una vez aceptado, podrían extraerle más de doscientos millones de metros cúbicos anuales a la cuenca del Río Yaqui y con ello lesionar estructuralmente la vida económica del sur de Sonora.
Nunca congenió con la voz de los que quieren presentar la construcción del Acueducto Independencia como “un hecho consumado” que obliga a la renuncia de la pelea legal por nuestros derechos y a la negociación compensatoria bajo la ilusión absurda de que el dinero puede reponer la falta de agua. Les respondía a esos con su claridad acostumbrada: “el agua no es negociable y tampoco moneda de cambio”. Sabía que este es el sentimiento popular de la mayoría de los habitantes del sur de Sonora y también el sentimiento de la Tribu Yaqui.
La partida del Kily nos advierte la despedida de una generación que puso en práctica el entendimiento de que en los procesos económicos y productivos, no hay forma de “salvarse solo”. Se exige el compromiso con los demás, el compromiso social y la disposición constante a la organización y a la acción. Extrañaremos su resuelto activismo y su empuje. El Kily deja viva su intención y a la espera de que la nueva generación de productores de un paso adelante en la responsabilidad.