La soberanía nacional herida pero no muerta

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La soberanía nacional herida pero no muerta

Se dice a manera de máxima popular que todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar. Esto sirve para sostener que no todo cabe en un axioma por más que se quiera acomodar

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

Se dice a manera de máxima popular que todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar. Esto sirve para sostener que no todo cabe en un axioma por más que se quiera acomodar. De eso debería de estar convencido el presidente Andrés Manuel López Obrador, para evitar caer en tremendas contradicciones, como en la que incurrió en la mañanera del 16 de octubre a unas horas de haber sido enterado de la detención del General Salvador Cienfuegos, ex secretario de la Defensa Nacional. 

En aquel momento la reacción inmediata de presidente fue envolver los hechos en la bandera de su lucha contra la corrupción y puso el caso del general Cienfuegos en el mismo horizonte que el del ex secretario de seguridad Genaro Garcia Luna, actualmente encarcelado y procesado por las autoridades norteamericanas.  Con ese esquema el presidente le daba cumplimiento al cometido de decir que uno servía al gobierno de Calderón y el otro al gobierno de Peña Nieto y así se cumplía la cuota de descrédito en contra del PRIAN.

El simplismo suele curarse con los golpes de la realidad. En pocos días el presidente corrigió su postura y abandonó su llaneza al respecto. Se alejó de su declaración inicial de que esto era un problema de corrupción, reivindicó al Ejército Mexicano y a las fuerzas armadas nacionales y tuvo que admitir que los hechos no se enderezaban contra algún partido u gobierno en particular, sino contra México y contra su soberanía. El desenvolvimiento de los acontecimientos así lo confirma.

Lo declarado por la Juez Carol Bagley Amon, de la Corte de Brooklyn, al momento de desechar los cargos en contra del general Cienfuegos, y admitir que la decisión se tomó al nivel más alto del Departamento de Justicia, arroja las primeras luces sobre la complejidad del caso y los asuntos en cuestión. Se admite que el procurador General de los Estados Unidos, Willam Barr, instruyó al fiscal, DuCharme, a que se desistiera de los cargos “porque la continuación de este enjuiciamiento va en contra de los intereses de la política exterior de los Estados Unidos; en particular en contra de la relación con México”. 

Esto mismo ha sido ratificado por el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien sostiene que el activo principal en la relación bilateral para una lucha conjunta contra el crimen organizado y el narcotráfico es la confianza que se logra con un intercambio estrecho de información y de coordinación en las acciones, elementos totalmente ausentes en torno a la detención de Cienfuegos. 

Ahora se sabe que la acción de la Drug Enforcement Administration (DEA), solo se coordinó con el Departamento de Justicia, sin poner en aviso al Departamento de Estado y a la oficina de la presidencia de los Estados Unidos, mucho menos al gobierno de México.  Se pretendía detonar una bomba en la relación binacional y luego desprender un alud mediático de desprestigio en contra del ejército mexicano, institución fundamental de la soberanía nacional.

Como lo advertimos en nuestra entrega del 22 de octubre, bajo el título El caso Cienfuegos: agresión contra México, la detención del general no tuvo el cometido de contribuir a la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Se percibe en este caso el empuje de poderes financieros y de agencias a su servicio identificadas coloquialmente como el “estado profundo” quienes usan al narcotráfico como un instrumento de guerra irregular contra los estados nacionales para subyugarlos y socavar su soberanía. El caos y la desestabilización es su divisa y esto es lo que se ha puesto al descubierto en el presente episodio.

No hemos terminado de salir de la trampa, pero al menos se empieza a poner al descubierto la emboscada. La soberanía nacional ha sufrido muchas heridas, no la dejemos morir.