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¿Es el Acueducto Independencia una realidad de fuerza?

La connotación del término “realidad de fuerza”, en la vida política, infiere el hecho de que ocurren acontecimientos que supuestamente no se pueden cambiar o revertir

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

La connotación del término “realidad de fuerza”, en la vida política, infiere el hecho de que ocurren acontecimientos que supuestamente no se pueden cambiar o revertir. Frecuentemente se comunica este sentimiento por gente de un oportunismo abyecto, dispuestas a sacarle ventaja personal a las reglas establecidas por un núcleo pretendidamente  misterioso de “intereses poderosos”. Este fue el ánimo que embargó  la personalidad empequeñecida del ex alcalde de Cajeme, Manolo Barro, quien admitía en lo privado las afectaciones y las ilegalidades en las que se incurría por parte del corrupto  Guillermo Padrés con la construcción del Acueducto Independencia, pero al mismo tiempo decía con cara de espanto: “ustedes no saben, ni se imaginan, son intereses muy poderosos, nadie los va a detener. Lo mejor es negociar.”

Todo parece indicar que hay quienes pretenden inocularle a la población del sur de Sonora  el síndrome de Manolo Barro. Crear la percepción de que estamos frente a fuerzas poderosas que terminarán por imponer el acueducto, y que lo mejor es recibir una supuesta compensación por los daños que esta obra le ocasiona a los valles del Yaqui y Mayo, así como a la Tribu Yaqui. Pero como correctamente lo señala el Movimiento Ciudadano por el Agua en un reciente comunicado: “No hay dinero que pueda suplir la falta de agua. El dinero es un contrato de cambio; el agua es un insumo. La falta de agua solo se puede resarcir con más agua y eso es lo que necesita Sonora, más agua para hacer posible un crecimiento económico y un desarrollo regional equilibrado. Quienes aspiran a gobernar Sonora, se enfrascan en la disputa por el poder y  el presupuesto, pero se olvidan del desarrollo económico presente y futuro de la entidad, en donde el problema de la falta de agua se manifiesta como una de las principales vulnerabilidades”.

Quienes se perfilan con intenciones de gobernar el estado, admiten la operación ilegal del acueducto, como una realidad de fuerza. Una obra que se ha impuesto con la complicidad de CONAGUA y SEMARNAT, sometidas al consenso de grupos privados, cuya visión económica desciende a un primitivismo feudal de acaparamiento y a una codicia desmesurada que los convierte en rivales formidables del crecimiento económico y el bienestar general de Sonora. Desprecian la política de gestión de más agua y si se puede sabotean los esfuerzos orientados a la desalación de agua de mar, con el argumento pueril de que es muy cara. Se muestran pequeños y mediocres frente a los grandes proyectos de infraestructura como el PLHINO. Su adicción a la ganancia fácil, se ha convertido en una droga que los aleja de la inclinación empresarial dirigida al beneficio social, los hace irresponsable por la sociedad. No saben para dónde queda el futuro, ni les importa. El eje emocional es la avaricia personal y de grupo.

Hasta ahora los candidatos están adheridos a estos grupos y a su visión empresarial inmediatista. Se ofertan como facilitadores de los negocios privados y no presentan programas de desarrollo donde se plantee con seriedad resolver los problemas estructurales que limitan el crecimiento de la entidad, como la notable falta de agua y energía que padece Sonora. Piensan que si logran el consenso con estos intereses, entonces lo demás solo es una campaña de relaciones públicas para ganar el voto de la población, a la que procuran entretener con simplezas. Por eso se empeñan en sacar de la discusión el acuciante problema del agua y desean erróneamente que toda la población termine por aceptar la ilegalidad, las violaciones al Estado de Derecho, los atropellos, la persecución política, la represión, el encarcelamiento de yaquis y la corrupción, como el conjunto de ladrillos con los que se construyó el Acueducto Independencia.

La realidad de la naturaleza, tiene por costumbre irrumpir con desmesura y desbaratar las fantasías arrogantes de quienes se creen con el poder para imponer el acueducto y robarle el futuro a la población. Las autoridades responsables admiten que estamos enfrentando en este año y en los venideros una sequía severa, sin precedentes inmediatos. Se advierte que en el mes de noviembre Sonora podría ser declarada zona de desastre por los efectos de una sequía que ya golpea a más del 50 por ciento de la geografía sonorense. Esto se agrega a la condición deficitaria que registran las principales cuencas hidrológicas en el estado y a una brecha hídrica entre la demanda y la disponibilidad de más de 800 millones de metros cúbicos anuales.

Se impondrá una extrema tensión social y derrumbará la política tonta  que se empeña en repartir el agua que no alcanza. La población no es ganado que dócilmente puede ser conducido al matadero. Por instinto de sobrevivencia volverá a salir a las calles a reclamar su furo y sus derechos. Entonces podríamos ver a los candidatos corriendo detrás del pueblo, a la retaguardia escondiendo sus acuerdos y su mediocridad.