Las lágrimas de Tedros

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Las lágrimas de Tedros

“La gran amenaza que enfrentamos ahora no es el virus en sí mismo, la amenaza es la falta de liderazgo y solidaridad a nivel global y nacional”, para hacerle frente a la pandemia del Covid 19

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

“La gran amenaza que enfrentamos ahora no es el virus en sí mismo, la amenaza es la falta de liderazgo y solidaridad a nivel global y nacional”, para hacerle frente a la pandemia del Covid 19, señaló desde Ginebra Suiza el 9 julio pasado el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus. Un señalamiento dramático, hecho con voz entrecortada y sin poder contener las lágrimas, al afirmar que no se podrá enfrentar este mal con un mundo dividido. El discurso pronunciado en conferencia virtual, ocurre días después de que el gobierno de los Estados Unidos decide presentar la postura de renuncia a la OMS y  retirar los fondos de apoyo para el organismo.

El sentido discurso del director mundial del organismo de salud, refleja la carga y presión insoportable que representa el hecho de que los Estados Unidos se haya alineado a los intereses financieros angloamericanos que pretenden convertir la espantosa crisis económica mundial, acelerada por la pandemia, en la oportunidad para hacer valer sus juegos geopolíticos en contra de China. No hay el mínimo recato diplomático del gobierno norteamericano al respecto, y acusan al Doctor Tedros de haber puesto a la OMS al servicio del gobierno Chino.

Tedros Adhanom, originario de Etiopía, es la primera persona de la región de África que presta sus servicios como funcionario técnico y administrativo de la OMS. Tiene una sólida formación intelectual y científica en asuntos de salud pública y experiencia en relaciones internacionales. Graduado como biólogo en su país natal haría después una maestría científica en inmunología de las enfermedades infecciosas por la Universidad de Londres y doctorado en salud comunitaria por la Universidad de Nottingham. 

Desde su desempeño como ministro de salud de Etiopía se destaca su resuelta militancia a favor de sistemas nacionales de salud pública robustos y con la capacidad para ofrecer la cobertura universal. En 2009 fue elegido presidente del Fondo Mundial de la Lucha contra el SIDA, tuberculosis y la malaria. Es un hombre con méritos en el campo de batalla y se advierte alejado emocionalmente de la frivolidad del burócrata.

Al afirmar que con un mundo dividido no derrotaremos la pandemia, lo que advierte el etíope es que no seremos derrotados propiamente por la enfermedad, sino por la geopolítica. Las lágrimas de Tedros deberían de ser recogidas por los principales gobiernos de las potencias del mundo, esto es Estados Unidos, Rusia, China y la India, en una alianza abierta para las demás naciones, que fije el propósito común e inmediato de la estructuración de un Sistema Mundial de Salud con el cometido de cobertura universal teniendo en vista la atención emergente a las naciones más vulnerables.

La misión que Tedros se ha fijado, al reconocer que “todos los caminos deberán dirigirse hacia una cobertura sanitaria universal”, requiere imprescindiblemente de los esfuerzos conjuntos de estas potencias. Solo en esas condiciones se podrán elaborar enfoques comunes que revisen las enormes necesidades sanitarias, materiales y de infraestructura en el mundo. 

Al momento de un diagnóstico y metas de este tipo, de inmediato se advierte que estos cometidos son imposibles bajo el paradigma económico neoliberal, que ha llevado al mundo al estado de crisis espantosa y fragilidad en que se encuentra frente a la pandemia. La meta de proteger a la población y los sistemas de salud de las naciones es incompatible con un régimen financiero global cuya subversión económica prioriza los valores especulativos y sacrifica el bienestar de los pueblos en cada uno de los episodios crecientes de rescates bancarios y mercados bursátiles.

La economía mundial se tiene que quitar de sus espaldas esa lápida de valores especulativos que le impide ponerse de pie y caminar. Valores que ya superan   los 1, 800 billones de dólares y que reclaman una renta insostenible para las economías nacionales. Como lo desglosó con todo lujo de detalle y precisión el economista norteamericano Lyndon H. LaRocuhe, el sistema financiero internacional se tiene que someter a un proceso de reorganización por bancarrota que libere a las naciones de la burbuja especulativa al mismo tiempo que se acuerda un sistema de flujos masivos de crédito a nivel nacional e internacional dirigidos a propósitos específicos y ponderables en infraestructura económica básica, infraestructura de salud, en millones de empleos y en los campos de la ciencia y la tecnología.

Al mundo no le resulta extraña una epopeya de esta envergadura, lo hizo Franklin D. Roosevelt para sacar a los Estados Unidos de la gran depresión de los años treinta y después derrotar la amenaza oligárquica del fascismo. Acaso por eso el personaje más evocado en estos días por buena parte de los jefes de estado de diferentes naciones. Pero los flamantes discursos aludiendo a esta figuras histórica, están muy lejos de las acciones o lo que es peor, en ocasiones las acciones caminan en contra de los discursos.

Darle un sentido a las lágrimas de Tedros, reclama no solo evocar a Roosevelt, más bien exige imitarlo.