Entre la Fe ciega y los delirios golpistas

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Entre la Fe ciega y los delirios golpistas

Rescatar la capacidad nacional de procesar nuestro petróleo y producir nuestras gasolinas - así como la petroquímica - es un cometido estratégico nacional que correctamente sostiene y defiende el presidente Andrés Manuel López Obrador

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

Rescatar la capacidad nacional de procesar nuestro petróleo y producir nuestras gasolinas – así como la petroquímica – es un cometido estratégico nacional que correctamente sostiene y defiende el presidente Andrés Manuel López Obrador. Reclamar que se le retiren recursos a proyectos como Dos Bocas, para atender la emergencia sanitaria y otros renglones que prioritariamente demandan presupuesto, es tan absurdo como sostener el proyecto energético apoyado en una política de austeridad y recortes. El presidente necesita romper con el dogma neoliberal del «equilibrio presupuestal», para que el incremento en el gasto público orientado a la infraestructura funcione como factor de arrastre de la inversión privada hacia las áreas que incrementen las capacidades productivas de la economía nacional y de su fuerza laboral.

      La mejor y más eficiente distribución del ingreso es aquella que se realiza por medio de la creación de empleos productivos y elevando las capacidades productivas del trabajo. No será sostenible una redistribución del ingreso que se ejerza sin disponer de una política económica que haga posible el crecimiento con tasas mínimas que se aproximen al 6 por ciento anual del PIB. Los  estímulo al consumo vía los programas de asistencialismo social, sin una caja de resonancia con políticas dirigistas que alienten y empujen el crecimiento económico, se quedarán más temprano que tarde sin sustento y mantendrán a la gente en la pobreza y el desempleo.

      Encargarle la reactivación de la economía al TMEC y a los criterios comerciales que lo norman es una apuesta sin sustento, más cuando hay evidencia de que dicho tratado se concibió como una herramienta abortiva de la industrialización del país.

         La nación requiere algo más que un nacionalismo simbólico y denominativo. Se demanda un proyecto de industrialización integral, y no poner los huevos en una sola canasta a costa de una austeridad presupuestal, que sin importar el adjetivo que la pretenda justificar, no deja de ser dogmáticamente neoliberal. Vigorizar el sector energético del país y la infraestructura ferroviaria del sureste mexicano, deben de ser acciones inscritas en una plataforma de mayor alcance que contemple otros proyectos de infraestructura vinculados a la gestión de más agua con obras  como el Plan Hidráulico del Noroeste, (PLHINO) en la costa del Pacífico y el Plan Hidráulico del Golfo Norte, que fortalezcan las zonas productoras de granos básicos y se pueda ampliar significativamente la frontera agrícola.

         Es admisible la imperfectibilidad del PIB para medir el crecimiento económico; lo inaceptable es presentar al crecimiento económico como algo optativo o prescindible. Creer que el presupuesto público existe como una disponibilidad monetaria al margen de la conducta de los procesos fisico-productivos, es una visión ingenua que sobrestima la función del dinero en la economía y lo percibe como la fuente de la riqueza. Algunas de estas distorsiones están en la mente del presidente Andrés Manuel López Obrador.

          La porra ciega del presidente y la locura de algunos detractores con delirios golpistas, ha cerrado los espacios a la discusión inteligente y programática. Las voces que apelan a eso están marginadas por la polarización política y la banalidad electorera que vive el país. El mundo en blanco y negro, aparece como muy claro, pero en realidad se trata solo de sombras que advierten la tragedia.