El título de este texto es el mismo que rotula la conferencia que Axel Kicillof, dictó este miércoles 8 de mayo en la UNAM

Por Alberto Vizcarra Ozuna
El título de este texto es el mismo que rotula la conferencia que Axel Kicillof, dictó este miércoles 8 de mayo en la UNAM. El diputado de origen argentino, es una figura intelectual que cobró relevancia en el proceso que recuperó al país sudamericano de la debacle a la que lo llevaron las políticas económicas restrictivas y de ajuste que pesaron sobre esa nación, desde el gobierno de Raúl Alfonsín hasta la presidencia de Eduardo Duhalde. Dos décadas que dejaron a la economía argentina prácticamente convertida en cenizas, desde donde la sacó el gobierno de Néstor Kirchner y luego la administración de Cristina Kirchner.
La consistencia intelectual de Kicillof lo llevó a ocupar el ministerio de economía en el segundo período de gobierno de Cristina Kirchner, una vez que los argentinos habían resuelto enfrentar exitosamente el grave problema de la deuda externa sin sacrificar el crecimiento interno de su economía. La estancia en México del ex ministro de economía y diputado por el Frente para la Victoria, es resultado de una invitación de la UNAM, y el argentino aprovechó para reunirse con gentes del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en su camino a Washintgton. Un despliegue diplomático resultado de que las encuestas favorecen la posibilidad de que en las elecciones de octubre Cristina Kirchner regrese a la presidencia.
Se inquietaron las reconocidas plumas al servicio de quienes han defendido la ortodoxia neoliberal en México con la presencia del economista argentino. Quizá los disparos periodísticos en su contra, deliberadamente se alejaron del blanco. Presentan al ex ministro como el experto que viene a asesorar al gobierno en la instrumentación de los programas clientelares para mantener el control electoral. Como si la clase política en el país no estuviera doctorada en esos menesteres, con una experiencia creciente en los últimos treinta años.
Es posible que el ataque en contra de Kicillof, se haya banalizado deliberadamente, para ocultar que su verdadera experiencia consiste en cómo lidiar exitosamente con el pesado fardo de la deuda que ahoga la capacidad presupuestales de los gobiernos nacionales que terminan sometidos a la dinámica especulativa y depredadora de los llamados fondos de inversión. Una experiencia que resulta de mucha utilidad para el gobierno de López Obrador, que se quiso convencer y ha querido convencer a la mayoría de los mexicanos de que la causa de todos los males que aquejan al país es la corrupción administrativa.
Con el procedimiento de prueba y error, López Obrador, debe de haber colegido que los esquemas de ahorro y los presumidos recursos que vendrían como resultado de la lucha exitosa en contra de la corrupción, fueron simplemente figuraciones numéricas y que si el país quiere liberar realmente recursos para invertir en el crecimiento económico, tiene que atender los problemas estructurales que por décadas han limitado su desarrollo. Y el principal, es el de la deuda.
En este año, el gobierno mexicano, tendrá que destinar 749 mil millones de pesos al pago de intereses de la deuda. Es un monto mayor que el destinado al gasto en inversión física y también mayor a lo que se destina en aportaciones federales a estados y municipios. Muy superior a lo que se asigna a salud y educación. Solo el pago de intereses a la deuda es diez veces más que el raquítico presupuesto entregado a la Secretaria de Agricultura. No hay manera de que el país pueda crecer en estas condiciones.
Estudiar el trato exitoso de los kirchener al problema de la deuda en Argentina, tiene que ser una de las tareas prioritarias del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. México tiene que encontrar su propia ruta y procurar las alianzas internacionales pertinentes para hacerle frente a este problema estructural heredado por los treinta años de neoliberalismo.
Hay forma de triunfar y no morir en el intento.