No quieren democracia, quieren caos

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No quieren democracia, quieren caos

El sábado 26 de enero, el joven canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, presentó un amplio discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Entre otras cosas, destacó que el presidente Trump en su momento había reconocido los fracasos del intervencionismo de los Estados Unidos en países como Irak, Libia y Siria, y ahora, dijo, parece que quiere tomar a Venezuela como su trofeo de Guerra. Y en verdad, no fueron pocas las críticas de Trump, desde su campaña y en el primer año de su gobierno, a la facción belicista que tiene cabezas colocadas en los círculos republicanos y demócratas de Norteamérica

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

El sábado 26 de enero, el joven canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, presentó un amplio discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Entre otras cosas, destacó que el presidente Trump en su momento había reconocido los fracasos del intervencionismo de los Estados Unidos en países como Irak, Libia y Siria, y ahora, dijo,  parece que quiere tomar a Venezuela como su trofeo de Guerra. Y en verdad, no fueron pocas las críticas de Trump, desde su campaña y en el primer año de su gobierno,  a la facción belicista que tiene cabezas colocadas en los círculos republicanos y demócratas de Norteamérica. 

El asunto tomó tal intensidad que fue uno de los puntos principales de discrepancia con las posturas intervencionistas de Hilary Clinton, como Secretaria de Estado y su política de auspiciar y apoyar movimientos de “cambio de régimen”, encubiertos con reivindicaciones democráticas, en aquellos países que no se ajustaren  a los propósitos geopolíticos angloamericanos. Las críticas de Trump a esta política, propiciaron que la facción belicista se unificara y así pudimos ver unidos a los Obama, a los Clinton y a los Bush, que a la postre han terminado por hacer valer su política intervencionista en el caso de Venezuela.

Son muchas las críticas o los desacuerdos que se pueden tener con el gobierno constituido de Venezuela, encabezado por Nicolás Maduro, pero nada de eso justifica el respaldo a una política de intervención extranjera que indiscutiblemente tendría como saldo un baño de sangre, una guerra civil y la destrucción de la economía con el consecuente éxodo de millones de venezolanos buscando refugio en los países vecinos. Las oleadas de miles de emigrantes que actualmente se vienen de centroamérica por la parte sur de México, podrían llegar a millones, si el alentado conflicto en Venezuela no encuentra una salida en el diálogo político y en la construcción de grandes acuerdos de desarrollo para la región, que se podrían concertar entre China, Rusia, los Estados Unidos y América Latina.

La crisis de la emigración de África y del Medio Oriente, hacia Europa, en mucho está propiciada por la desarticulación económica de las naciones que han sido sometidas al recetario “democrático” de los guiones geopolìticos instrumentados por el imperialismo angloamericano. Naciones como Irak y Libia, no se recuperan del infierno propiciado por la intervención militar estadounidense y británica. En el caso de Irak los resultados inmediatos de la guerra provocados por la invasión en 2003 fueron 200 mil muertos y la situación caótica en lo económico y social derivada de eso ha propiciado en los últimos quince años más de un millón de muertos. Los datos de Libia, no son muy diferentes al respecto, país que se mantiene en la anarquía y es la puerta principal de la emigración de África hacia Europa.

Las condiciones dantescas que privan en estos países, están muy lejos de la democracia que llegaría acompañando a las invasiones. Con estas políticas no habría otro resultado para Venezuela, más que el caos. La meta del intervencionismo no es apoyar al proverbial tonto útil de Juan Gerardo Guaidó y el derrocamiento de Maduro sería eventualmente un resultado colateral del objetivo geopolítico que es desmantelar al Estado Nacional venezolano y sus instituciones para sumir a la población en el caos y la ingobernabilidad, mientras los corporativos privados trasnacionales hacen y deshacen con la mayor reserva de petróleo del mundo.

Para tales propósitos la desvergüenza de Washington es mayúscula. El nombramiento de Elliott Abrams, como el hombre encargado para la operación en Venezuela, así lo indica. La currícula de Abrams dibuja muy bien lo que quieren hacer a la nación caribeña. El memorable Elliott, el perrito faldero de George Bush, en la coordinación de la operación de los “contra” en Nicaragua, donde se instrumentó el tráfico ilegal de cocaína para la adquisición de armas destinadas a la derecha mercenaria de Centroamérica en la década de los ochenta. Un matón sin escrúpulos, un emisario del caos que todo lo hace en nombre de la libertad y la democracia.