¿Qué es el dinero?

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¿Qué es el dinero?

Cuando se argumenta frente a cualquier liberal clásico o neoliberal, el principio del dirigismo económico para garantizar el bienestar general, inmediatamente el liberal adopta la típica expresión escéptica y parafrasea el sofisma de Pilatos: ¿Y que es el bien? El tono del cuestionamiento lleva la carga de que el bien no se puede determinar y tampoco se puede hacer inteligible. Apoyado en ese supuesto relativista, el liberalismo económico, sostiene que en tanto el principio del bien no se puede hacer comprensible, en consecuencia tampoco debe existir un Estado que se abrogue el derecho y el propósito de dirigir la economía en función del bienestar general

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

Cuando se argumenta frente a cualquier liberal clásico o neoliberal, el principio del dirigismo económico para garantizar el bienestar general, inmediatamente el liberal adopta la típica expresión escéptica y parafrasea el sofisma de Pilatos: ¿Y que es el bien? El tono del cuestionamiento lleva la carga de que el bien no se puede determinar y tampoco se puede hacer inteligible. Apoyado en ese supuesto relativista, el liberalismo económico, sostiene que en tanto el principio del bien no se puede hacer comprensible, en consecuencia tampoco debe existir un Estado que se abrogue el derecho y el propósito de dirigir la economía en función del bienestar general.

Si se rastrea a los teóricos del liberalismo económico, desde Adam Smith hasta Milton Friedman, su característica filosófica es la oposición sistemática a la idea de la preexistencia del bien. Sirven a los criterios oligárquicos que históricamente han rivalizado contra el establecimiento de los Estados Nacionales y de las Constituciones que se inspiran en  este principio. La constitución de México recoge y mantiene aún vivo este propósito con especial acento en su artículo tercero y en otros como el veintisiete.

La historia de las naciones y del mundo, se moldea por la constante e irreconciliable pulsación entre estas dos visiones de la economía y de la sociedad. El triunfo de mayores consecuencias de los criterios liberales, ocurre con la virtual disolución de los acuerdos económicos y monetarios de Bretton Woods a principios de los setenta -en el contexto de la señera crisis de los precios del petróleo- cuando el sistema financiero internacional abandonó el patrón oro y rompió así con toda referencia y responsabilidad por el desarrollo físico de la economías nacionales.

A partir de entonces el interés por el desarrollo nacional, se ha enfrentado a un sistema financiero internacional que no tiene lugar ni comprensión para ese propósito. El dólar pasó a ser un instrumento de una vorágine especulativa, cuyos novedosos mecanismos de apalancamiento financiero, han llevado al sistema a la generación de una deuda físicamente impagable, pero que mantiene su crecimiento a costa de un daño constante sobre las capacidades productivas.

Se mantiene así una economía sometida a los criterios especulativos de los mercados financieros, para quienes el valor del dinero es solo medible en el universo de la renta monetaria y la ganancia especulativa. Esta norma ha declarado “inviable financieramente” muchos proyectos de infraestructura que pueden incrementar las capacidades productivas de las economías nacionales. Así se le ha negado a México la realización de sus grandes proyectos de gestión de agua y energía, como el Plan Hidráulico del Noroeste en la costa Pacífico y el Plan Hidráulico del Golfo Norte, en las costas del Golfo de México. Esta es la misma política que le niega al país su incursión sistemática en la energía nuclear y declara inviable la desalación de agua de mar a gran escala, porque saldría “muy caro” el metro cúbico de agua desalada.

El valor especulativo del dinero, impuso la tasa de retorno monetario y desplazó a la tasa de retorno social y económico. Los proyectos de importancia estratégica, de expansión económica y productiva, aún siendo necesarios, se califican de inviables y se cancelan porque el dinero está tasado para servirle a la especulación y no a la producción. La dictadura impuesta por una economía basada en el dinero ha creado un mundo inviable, subvertido y sin posibilidades de futuro.

Andrés Manuel López Obrador, ineludiblemente enfrentará esta realidad. Pensar que México se puede desarrollar solo con las medidas administrativas anticorrupción, sin tocar al sector financiero y  sin buscar las pertinentes alianzas internacionales para escapar de los candados que impone la política monetaria, es una ilusión.