Derrumbar dogmas para poder crecer

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Derrumbar dogmas para poder crecer

Observé un video que da cuenta de las intervención recientes de la ex presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, quien como senadora presentó sus argumentos ante el pleno del Congreso argentino en un intenso debate sobre la ley de presupuesto que en los próximos días tiene que ser aprobada. De entrada la ex presidente precisa que lo que se ha puesto a discusión, no es propiamente una ley de presupuesto, en el sentido estricto de la función y el desempeño que debe tener la elaboración de un presupuesto que ejerza la fuerza para incidir en el crecimiento económico nacional

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Por Alberto Vizcarra Ozuna

Observé un video que da cuenta de las intervención recientes de la ex presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, quien como senadora presentó sus argumentos ante el pleno del Congreso argentino en un intenso debate sobre la ley de presupuesto que en los próximos días tiene que ser aprobada. De entrada la ex presidente precisa que lo que se ha puesto a discusión, no es propiamente una ley de presupuesto, en el sentido estricto de la función y el desempeño que debe tener la elaboración de un presupuesto que ejerza la fuerza para incidir en el crecimiento económico nacional.

 La senadora Kirchner, acusa que se le impone al Congreso Argentino, por medio del gobierno de Mauricio Macri,  una agenda de discusión para darle cumplimiento al equilibrio presupuestal, también conocido como ley de déficit cero. Simpleza contable con la que se obliga al gobierno a no gastar más de sus ingresos fiscales. En sus señalamientos la senadora insiste que  en torno al argumento y defensa del déficit cero se esconde un diseño elaborado con el único propósito de cumplir las condiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para el pago de la deuda.

Hay que recordar que la economía Argentina se levantó de las cenizas. Para principios del año 2000 la nación vivía un cuadro caótico, culminación de la crisis de la deuda de América Latina, iniciada a principios de los años ochenta, frente a la cual  los gobiernos del país sudamericano, desde Raúl Alfonsín hasta Duhalde, se sometieron incondicionalmente a las políticas de ajuste y de contracción económica para cumplir con las exigencias del pago de la deuda al sistema financiero internacional y a sus fondos especulativos. Los programas de recortes presupuestales se llevaron a los extremos y el país se hundió en el desempleo, el hambre y la ingobernabilidad.

Del 2001 al 2003, la inestabilidad política y social propició que tan solo en ese lapso Argentina haya tenido cinco presidentes. Algunos de ellos no completaron ni tres semanas en el poder. En el 2003 el movimiento de Néstor Kirchner gana la presidencia y aprovecha la coyuntura de precios altos en los granos que la nación exporta, y convierte esos ingresos en una agresiva fuente de financiamiento para el crecimiento interno, al mismo tiempo que vigoriza el desempeño del gasto público como factor de arrastre de la economía. En el 2005 firma un acuerdo con el FMI, con el que le pone punto final a medio siglo de endeudamiento con ese organismo. Desde los primeros dos años de su gobierno rompió con las condicionantes que le impedían a la Argentina su crecimiento y con el dogma neoliberal que ha satanizado al déficit presupuestal presentándolo como el causante de todos los males en la economía.

Argentina es un buen espejo para el debate presupuestal que se iniciará en los próximos días en el Congreso mexicano. El cuestionamiento es el mismo: ¿se someterá la discusión al simple cumplimiento del equilibrio presupuestal o se romperá con el dogma neoliberal que ha satanizado el déficit fiscal? Se admite que en los últimos treinta años el crecimiento económico de México ha sido mediocre, por no decir que no hemos crecido. Pero no se reconoce por la clase política en general, que este es el saldo del sometimiento a los dogmas macroeconómico que estigmatizan, entre otras cosas, al déficit fiscal.

Lo que se esconde detrás de la perorata ideológica en contra del déficit fiscal, es la intención de priorizar el compromiso del presupuesto con el pago de la deuda y otras obligaciones financieras. Tiene también el cometido de impedir que el gobierno use  el mecanismo como un instrumento de financiamiento interno. Quieren mantener el desplazo de la función imprescindible del Estado en la conducción del desarrollo económico y el trazo de las metas estratégicas pensadas en función del bienestar general.

El supuesto de que el mercado y su dinámica de competencia por sí mismo derramará los beneficios a la sociedad, es una falacia cuyo fracaso ofrece evidencia empírica. Los desastrosos resultados de estas políticas en México gritan su derrota. Este es el desafío que tendrán los diputados de la presente legislatura federal en la elaboración de la ley de presupuesto para el ejercicio fiscal del 2019. ¿Contarán con  la valentía intelectual para romper con los dogmas que le han impedido a México el crecimiento económico?