Milton Friedman, emerge a principios de los años setenta, como el paladín de la promoción del libre comercio y el neoliberalismo. Alcanzando fama por sus alaridos en pro de la libertad, se convirtió en el cerebro que diseñó las políticas económicas de choque de la dictadura militar de Pinochet en Chile
Por Alberto Vizcarra Ozuna
Milton Friedman, emerge a principios de los años setenta, como el paladín de la promoción del libre comercio y el neoliberalismo. Alcanzando fama por sus alaridos en pro de la libertad, se convirtió en el cerebro que diseñó las políticas económicas de choque de la dictadura militar de Pinochet en Chile. Lo que también lo hizo famoso fue su radicalismo, orientado a subvertir los valores que tuviesen como propósito la protección de la población y su bienestar. Bajo el lema del “free choice”, sostuvo una cruzada por la legalización de las drogas, gobernado por una frivolidad economicista digna del manicomio.
Después del asesinato de Kennedy, el giro que dieron los gobiernos de los Estados Unidos, alentó el crecimiento de estos fenómenos. Friedman vivió hasta los noventa y cuatro años. Muere en el 2006. No alcanzó a ver el paraíso imaginado de la legalización de las drogas, que ha hecho de estados como Colorado, en los Estados Unidos, la antesala del infierno.
La dinámica social y económica que se vive en el estado de Colorado, es la refutación dolorosa y práctica de las falacias de Friedman; es además un microcosmos que sintetiza el universo futuro de la eventual legalización de las drogas en México y en otros países. En Colorado, se legalizó la siembra, la industrialización y el consumo lúdico de la marihuana hace apenas seis años. Los argumentos de quienes promovieron estas medidas, no fueron diferentes a los esgrimidos por el infame de Friedman.
Prometieron que con la regularización se evitaría el aumento en el consumo, desaparecería el mercado negro, la disminución en el número de muertes por consumo de droga y que, como todo negocio, le dejaría notables beneficios fiscales al estado. A solo seis años de estas disposiciones, según datos proporcionados por la Fiscalía Federal de Estados Unidos para Colorado, los jóvenes de esa entidad consumen un ochenta y cinco por ciento más de marihuana que el promedio nacional. El mercado negro creció rápidamente y el estado se convirtió en un teatro de operaciones para el narcotráfico internacional sofisticado y para organizaciones de lavado de dinero de las drogas de Cuba, China, México y otros lugares.
Solo el año pasado, la industria que se presume regulada, produjo 6.4 toneladas de marihuana no contabilizada y además se encontraron en tierras federales del mismo estado más de 80 mil matas ilegales de hierba. Como todo negocio, los productores de droga sostienen una intensa política de promoción del consumo y tienen como blanco a los niños y jóvenes, porque sus condiciones emocionales y biológicas son más vulnerables a convertirse muy pronto en adictos y en clientes cautivos. Contrario a los dichos, que presumían que con la legalización de la marihuana, se detendría el consumo de otras drogas, Colorado registra un disparo en el consumo de alcohol, de metanfetaminas y opiáceos. Reportes del Departamento de Salubridad y Servicios Humanos, informan de un aumento de las enfermedades mentales graves y los padecimientos asociados a la depresión.
Los prometidos ingresos fiscales generados por la actividad, quedan totalmente arrasados por los crecientes gastos en salud pública, seguridad y los propios costos asociados a los requerimientos burocráticos que reclama la propia regularización.
Alguien le debe poner sobre su escritorio estos datos del estado de Colorado a la futura Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien mantiene una postura militante a favor de la legalización de las drogas con las mismas falacias de Milton Friedman.