Lo primero que todos van a aprender es que no existen los milagros, que acabar con todo lo que la sociedad odia, exigirá décadas no un sexenio, para desterrarlo. Tendrá que haber una convicción sólida y a toda prueba de la ciudadanía que tiene que ser más que nunca vigilante de la actuación gubernamental y leal y patriota para aportar su mejor actitud para no cometer ilegalidades o para solapar las de otro. El camino es largo y sinuoso, ahora por lo pronto hay mucha frustración de los que perdieron, que no son pocos
Juana María Olguín
Lo primero que todos van a aprender es que no existen los milagros, que acabar con todo lo que la sociedad odia, exigirá décadas no un sexenio, para desterrarlo. Tendrá que haber una convicción sólida y a toda prueba de la ciudadanía que tiene que ser más que nunca vigilante de la actuación gubernamental y leal y patriota para aportar su mejor actitud para no cometer ilegalidades o para solapar las de otro. El camino es largo y sinuoso, ahora por lo pronto hay mucha frustración de los que perdieron, que no son pocos.
No cabe la menor duda que el jefe de campaña de Andrés Manuel López Obrador, lo fue Enrique Peña Nieto que dinamitó todo puente de comunicación con la sociedad, a la que llamó de todas las maneras posibles en abierto reclamo y confrontación por lo que él pensaba que no se valoraba lo que se hacía en su gobierno. Y efectivamente jamás había ocurrido un desprecio tan manifiesto, tan público a un mandatario federal. Es un poco de todo lo que coronó finalmente, a un candidato que francamente no sé si es de izquierda, porque en su costal lleva de chile, de tomate, de manteca.
La primera participación de López Obrador como candidato a la presidencia de la República contendió contra Felipe Calderón, al que le dio una buena revolcada y por supuesto que le ganó, pero el sistema electoral “falló”, las presiones vinieron de todos lados, se dice que hasta el gobierno de Estados Unidos intervino y en una negociación del más alto nivel, le dieron posesión al panista y los resultados todos los saben.
Luego en la segunda rivalizó contra Enrique Peña Nieto, pero fue un López Obrador apagado, enojado y no hubo los grandes resultados que además fueron opacados por todos los abusos de poder que cometió el PRI y dijeron que ganaron. Pero fue la coronación de todas las iras ciudadanas que se ensañaron un día sí y al otro también contra el mandatario, quien se volvió el personaje más vejado y maltratado en las incipientes, pero ya poderosas redes sociales y las consecuencias están a la vista.
La sociedad decidió apoyar al candidato que le diera más duro y tupido a Peña Nieto y a todo el estatus quo que tanto se odia y detesta y ese fue López Obrador y aquí están las consecuencias: arrasó como poderoso tsunami todo a su paso, arrastró cosas buenas, muy malas. Poco a poco pasadas las emociones, los duelos de quienes perdieron, se podrán ver con mayor claridad que quedó en pie y que no.
Por lo pronto ojalá que todos intenten volver a la normalidad, más amables que nunca porque no todos los que perdieron eran malos, muchos son verdaderos ejemplos de colaboración ciudadana y claro está entre los que aparentemente se alzaron con la victoria son tristes tortugas trepadas al poste, donde sirven para nada, pero no subieron solas, así que habrá que bajarlas ¡de alguna manera!
Cada quien haga su parte para que la reconstrucción de este país vaya a pasos agigantados, con el aporte amoroso y genuino de cada quien y desde la trinchera en que se encuentren. Apostemos a que nos vaya bien, trabajando con más fervor que nunca, con mucha disciplina y buena voluntad, acatando la ley, las prohibiciones de toda naturaleza, para avanzar en el bien propio y el bien de todos.