A veces solo quiero quedarme horas conversando con mi propia oscuridad

HomeReflexión del día

A veces solo quiero quedarme horas conversando con mi propia oscuridad

Pocas cosas resultan tan interesantes como descubrirnos a nosotros mismos, saber reconocer nuestras cualidades, qué predomina en nuestra mente, ser ho

Ese nudo en el estómago, el agujero negro de mi ansiedad
Cargando el venado
Las siete leyes espirituales del éxito

Pocas cosas resultan tan interesantes como descubrirnos a nosotros mismos, saber reconocer nuestras cualidades, qué predomina en nuestra mente, ser honestos y sinceros y poder decirnos, sin sentirnos culpables: he sentido envidia, he sido egoísta, me siento inseguro, tengo miedo, no debí haber hecho esto, soy arrogante, no tengo paciencia… A veces no somos capaces de ver en nosotros cosas que quizás con mayor facilidad vemos y criticamos en los demás.

Pero el reconocernos con virtudes y defectos nos da la posibilidad de ampliar nuestro panorama, de crecer, de corregirnos de ser necesario, y tener muchos no nos hace menos, simplemente nos hace humanos, nos ubica como seres en proceso de evolución, aprendiendo a mirarse internamente y reconocer toda la luz que somos y también esa oscuridad que es igual de propia.

El que alguien nos despierte una reacción con alguna cualidad o con una simple palabra, es una alerta de hacia donde debemos dirigir nuestra observación. Lo que con facilidad nos mueve, es lo que nos hace vibrar, bien sea por afinidad o por rechazo. Cuando admiramos algo en alguien y podemos apreciarlo, es porque eso que vemos también está en nosotros, de igual manera, cuando podemos detectar los defectos en el otro, algo de ello debemos trabajar a nivel interior.

Por lo general cuando recordamos a alguien, positivo o negativo, casi en la totalidad de los casos si cerras los ojos y te imaginas frente a un espejo, podríamos decirnos a nosotros mismos esas mismas palabras que le dirigimos a esa persona. Porque vemos a los demás desde lo que somos.

“Conversar” con nuestra oscuridad, reconocerla, la trae a la luz, la expone y desde allí podemos aceptarla y trabajarla para sentirnos mejores con nosotros mismos, buscando nuestra mejor versión y con la mayor paciencia, respeto y amor… Porque nuestra oscuridad no está allí de manera casual, forma parte de nuestras vidas como consecuencia de muchas cosas: experiencias, decepciones, traumas, ausencias, rechazos y sanando las heridas dejamos atrás la oscuridad.

Dediquémonos tiempo para nosotros mismos, para entendernos, para calmar nuestros temores. A veces debemos vernos como con un doble rol donde somos unos pequeños y a la vez sus cuidadores, esos pequeños necesitan aceptación, respeto y sobre todo mucho amor y protección. Hacerle saber a ese pequeño que llevamos dentro que no lo juzgamos, que nos sentimos orgullosos, que entre “los dos” se puede afrontar y vencer cualquier cosa, nos ayuda a sanar y a llenar nuestra vida de la luz, el amor y la paz que tanto necesitamos y muchas veces no sabemos dónde encontrar.

 

Tomado de: Sara Espejo/Rincón del Tibet.com