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El arte japonés de la aceptación: cómo abrazar la vulnerabilidad

Para los japoneses, hallarse desprovistos de todo en un momento puntual de la vida puede suponer dar un paso hacia la luz de un conocimiento increíble. Asumir la propia vulnerabilidad es una forma de coraje y el mecanismo que inicia el saludable arte de la resiliencia, ahí donde no perder nunca la perspectiva o las ganas de vivir

Un nudo en la sábana
Aprende a resolver cualquier problema desde la aceptación
La última cena

Para los japoneses, hallarse desprovistos de todo en un momento puntual de la vida puede suponer dar un paso hacia la luz de un conocimiento increíble. Asumir la propia vulnerabilidad es una forma de coraje y el mecanismo que inicia el saludable arte de la resiliencia, ahí donde no perder nunca la perspectiva o las ganas de vivir.

En Japón, hay una expresión que empezó a utilizarse con frecuencia tras los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Esta expresión de algún modo volvió a adquirir una trascendencia notable tras el desastre del tsunami del 11 de marzo del 2011. “Shikata ga nai” significa “no hay más remedio, no hay alternativa o no hay nada que hacer”.

“La honestidad y la transparencia te hacen vulnerable. De cualquier forma, sé siempre honesto y siempre transparente”
-Teresa de Calcuta-

Lejos de entender esta expresión desde una perspectiva derrotista, sumisa o negativa como lo haría cualquier occidental, los nipones se nutren de ella para entenderla de un modo más útil, más digno y trascendente. En estos casos de injusticia vital, la ira o el enojo no sirven de nada. Tampoco esa resistencia al sufrimiento donde uno queda eternamente cautivo del “por qué a mí o por qué ha ocurrido esta desgracia”.

La aceptación es el primer paso para la liberación. Uno nunca podrá desnudarse del todo de la pena y el dolor, queda claro, pero tras aceptar lo sucedido se permitirá a sí mismo seguir avanzando retomando algo esencial: la voluntad por vivir.

 

“Shikata ga nai” o el poder de la vulnerabilidad

Desde el terremoto del 2011 y el posterior desastre nuclear en la central de Fukushima, son muchos los periodistas occidentales que suelen viajar hasta el noroeste de Japón para descubrir de qué manera persisten las huellas de la tragedia y cómo su gente está logrando poco a poco emerger del desastre. Es fascinante entender cómo se enfrentan al dolor de la pérdida y al impacto de verse desprovistos de la que hasta entonces había sido su vida.

Sin embargo, y por curioso que parezca, los periodistas que hacen este largo viaje se llevan a sus países algo más que un reportaje. Algo más que unos testimonios y unas fotografías impactantes. Se llevan sabiduría de vida, vuelven a las rutinas de sus mundos occidentales con la clara sensación de ser diferentes por dentro. Un ejemplo de este coraje existencial lo ofrece el señor Sato Shigematsu, quien perdió en el tsunami a su esposa y a su hijo.

Cada mañana escribe un haiku. Es un poema compuesto por tres versos donde los japoneses hacen referencia a escenas de la naturaleza o a la vida cotidiana. El señor Shigematsu encuentra un gran alivio en este tipo de rutina, y no duda en mostrar a los periodistas uno de estos haikus:

“Desprovisto de pertenencias, desnudo

Sin embargo, bendecido por la Naturaleza

Acariciado por la brisa del verano que marca su inicio”.

Tal y como les explica este superviviente y a la vez víctima del tsumami del 2011, el valor de abrazar su vulnerabilidad cada mañana a través de un haiku le permite conectar consigo mismo mucho mejor para renovarse al igual que lo hace la propia naturaleza. Entiende también que la vida es incierta, implacable a veces. Cruel cuando así lo quiere.

Sin embargo, aprender a aceptar lo ocurrido o decirse a ellos mismos aquello de “Shikata ga nai” (acéptalo, no hay más remedio) le permite dejar a un lado la angustia para centrarse en lo necesario: reconstruir su vida, reconstruir su tierra.

 

Tomado de: Valeria Sabater, la mente es maravillosa.com