Viernes negro. Nadie está preparado para lidiar con un estado de locura como el que se desató en la Colonia Palo Verde. Primero escuchar el ruido de armas de alto poder, luego quedar frente a una docena de agentes estatales que le apuntaban a un hombre ¿Hay que aprender a vivir en este horror?
Juana María Olguín
Viernes negro. Nadie está preparado para lidiar con un estado de locura como el que se desató en la Colonia Palo Verde. Primero escuchar el ruido de armas de alto poder, luego quedar frente a una docena de agentes estatales que le apuntaban a un hombre ¿Hay que aprender a vivir en este horror?
La mañana de este viernes algo me dijo que no sería normal, mi instinto desde muy temprano me mostró alertas, cuando vi dos autobuses blancos, vidrios polarizados en negro intenso y ninguno traía logotipos de empresa, origen o destino de los tripulantes. No era tan temprano, pero los avisto ingresando a Hermosillo y solo pienso ¿Qué seres humanos se dirigen aquí, y a qué? ¿Algún plantón, grilla palaciega venida de fuera? ¿De dónde?
Los camiones siguieron su marcha, pero igual me sentaron la sospecha de que algo ocurriría. Pero nada me preparo para el terror que viví luego de la esquizofrenia desatada por las policías estatales y municipales en la colonia Palo Verde en los alrededores de la casa de mis infancias.
Quien pensaría que entre un instante y otro escucharías a media mañana bramar armas de alto poder, fue un golpeteo incesante, largo. Interrumpí a mi interlocutora y le dije oyes eso. Me respondió que un vecino construía. Acepté la explicación y seguimos en lo nuestro. Escasos 15 minutos después decidí retírame, me despido y justo allí aparecen dos vehículos blancos, pick up, se paran en media calle, descienden una docena de sujetos fuertemente armados con fusiles de asalto y gritan a un hombre que acaba de llegar a una tienda, que se tire al suelo.
Otro vehículo avanzó y se colocó al frente de las dos que estaban estacionadas en media calle, supongo era otra patrulla. El hombre ya está con las manos en la nuca, hincado en el suelo. Todo sucedió en milésimas de segundo, el instinto de sobrevivencia te exige que te muevas, que te resguardes, pero hay otro sentimiento de impotencia, de desconcierto que te paraliza. El individuo que despertó las sospechas de la policía, era un ciudadano que se creyó con la libertad de ir por las tortillas para comer, en la hora y momento equivocado.
Hasta ese instante entendí que el ruido que había escuchado hacía 25 minutos, si era el vómito de armas de fuego, que sí había ocurrido algo y por la manera de actuar de esa veintena de oficiales en autos sin identificación, más otras patrullas, fue grave y en la cuadra frente a la casa donde me encontraba, de allí querían sacar a alguien y para ello subieron a los techos de las casas. Cada vez que revivo el momento, avanzo en distintas direcciones: entiendo la locura y adrenalina de la policía cuando persigue delincuentes, lo que quiero saber es cómo haremos la sociedad para no morir de terror ante estos excesos o mejor aún como no quedar en medio del fuego cruzado. Los oficiales no distinguen a la población civil y eso tarde que temprano costará caro y a seres inocentes.
¿Qué castigarán a dueños de casas abandonadas? Señora diputada que propone semejante cosa, al resto de los legisladores, espero que sea un chiste y de muy mal gusto. Conozco las barriadas, allá donde los delincuentes establecen su imperio de poder, donde las instituciones de seguridad no llegan. Quiero que me crean que cada vivienda sola, es una historia de horror a los malandros que roban y amenazan a las víctimas y claro que sí, también de indiferencia gubernamental.
Investiguen primero antes de proponer idioteces como multar a la sociedad. Castigarlos por abandonar sus casas, por quedarse sin un techo y cobijo. Diputada baje de su pedestal, no todos nacieron en pañales de seda, ni bendecidos por el apellido. Esas viviendas las dejaron los dueños con el corazón estrujado, era su patrimonio, pero era quedarse para ser asesinados o heridos en el siguiente robo. En el mejor de los casos pensare que los legisladores están sordos y ciegos y no distinguen las condiciones de vida de esta sociedad.