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No, los hijos no son un atraso.

Ni los títulos son progreso. La vida no se mide en diplomas colgados en una pared, ni en los trofeos que otros aplauden desde lejos. Tampoco se mide p

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Ni los títulos son progreso. La vida no se mide en diplomas colgados en una pared, ni en los trofeos que otros aplauden desde lejos. Tampoco se mide por cuántos hijos tengas, ni por los caminos que elegiste recorrer.

 

La vida se mide en lo que das, en lo que aportas, en lo que haces sentir. Hay quienes nunca tuvieron hijos y aun así dejaron huellas profundas, sembraron amor, sabiduría o bondad en el corazón de otros.

 

Y hay quienes sí los tuvieron y en sus hijos dejaron un legado de ternura, de lucha, de esperanza. Porque el valor de una persona no se encuentra en lo que aparenta, sino en lo que comparte, en cómo mira al mundo, en la forma en que hace sentir a los demás.

 

Hay quienes acumulan títulos, pero viven vacíos, sin propósito, sin alma en lo que hacen. Y hay quienes apenas tienen lo justo, pero cada día lo convierten en un acto de amor y gratitud.

 

Ser exitoso no es llegar más alto, es ser auténtico, es dormir tranquilo, es vivir con el corazón en paz.

 

Ser feliz no depende del “tener”, sino del “ser”. Así que no te compares, ni te creas menos por no seguir el molde de otros. Cada quien escribe su historia a su manera, y lo importante no es cuántas metas alcanzaste, sino cuánta verdad pusiste en cada paso.