La negativa del presidente Andrés Manuel López Obrador, de incluir en el Plan de Justicia para los Pueblos Yaquis, la cancelación de la operación ilegal del Acueducto Independencia, formalizó el hecho de que las promesas de beneficios contempladas en dicho plan
Por Alberto Vizcarra Ozuna

La negativa del presidente Andrés Manuel López Obrador, de incluir en el Plan de Justicia para los Pueblos Yaquis, la cancelación de la operación ilegal del Acueducto Independencia, formalizó el hecho de que las promesas de beneficios contempladas en dicho plan, están condicionadas a que la etnia acepte la imposición del acueducto y con ello el despojo del agua. La obra trasvasa importantes volúmenes desde la parte media de la Cuenca del Río Yaqui, en el sitio del Novillo, a la ciudad de Hermosillo, para cubrir requerimientos de expansión urbanística, negocios inmobiliarios y de agroexportación que se asientan en la capital del estado.
El valiente discurso de Cuauhtémoc Cárdenas, del 28 de septiembre pasado, en el marco de la simbólica ceremonia de perdón a los pueblos originarios, realizada en territorio yaqui, en el que pide al presidente la cancelación del Acueducto Independencia, junto al esclarecimiento de los asesinatos de los voceros de la tribu yaqui, Tomás Rojo Valencia y Luis Urbano, fortaleció la convicción de la mayoría de la tropa yoremia de mantenerse en resistencia social y jurídica en contra del despojo de las aguas de Río Yaqui.
Las palabras de Cárdenas se expandieron como una onda de choque por todo el territorio yaqui y su reverberación se mantiene. No se advierte que el gobierno haya convencido a la tribu de entregar el agua que tienen (aceptando la operación del acueducto) a cambio de la que les prometen con un decreto presidencial muy apegado a lo simbólico, pero alejado de la realidad deficitaria en la que se encuentra la Cuenca del Río Yaqui. No son pocos los yoremes que perciben que se les está conduciendo a una trampa, como las muchas de las que han sido objeto en los empeños por despojarlos del territorio y el agua.
Para calmar la creciente inquietud que ha despertado entre la etnia y los habitantes del sur de Sonora, el alineamiento del presidente con los poderosos intereses que han escogido a la Ciudad de Hermosillo como la trinchera para hacer de la Cuenca del Río Yaqui su banco hídrico particular, el Director del Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas, Adelfo Regino, convocó el pasado viernes 15 de octubre a un nuevo encuentro de las autoridades tradicionales de la tribu con los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), para darle seguimiento al Plan de Justicia. En el encuentro, al que acudió el gobernador del Estado Alfonso Durazo Montaño, sobró el autoelogio y se calificó a la reunión como histórica, pero se empezaron a desdibujar las promesas de los millonarios recursos ofrecidos por el presidente a los pueblos yaquis.
Ya no se volvió a repetir el ofrecimiento de una bolsa de inversión de 11 mil millones de pesos en atención a los apremios asistenciales de la tribu. El gobierno federal se mantiene sometido al dogma del equilibrio presupuestal y en tales condiciones la política de recortes se profundiza, siendo los estados y los municipios los que cargan con las consecuencias. En tal contexto, mucho de lo prometido a la tribu queda amenazado por estos recortes que ahora el gobierno federal piensa compensar con la eventualidad de ingresos futuros depositados en la expectativa de lo que pudieran recaudar por la regularización de los llamados “carros chuecos”, reasignación de fondos estatales o con la asignación de un porcentaje de los ingresos recaudados al reubicar una caseta de peaje colocándola en el territorio yaqui. Expectativa de ingresos que está muy por debajo de la bolsa de inversión inicialmente planteada.
Lo que sí se logró en el encuentro, por los artificios de Adelfo Regino, fue darle cumplimiento a la máxima de nunca hablar de la soga en casa del ahorcado. En ningún momento se mencionó la operación ilegal del Acueducto Independencia. En resumen, las grandes promesas se diluyen y se hacen pequeñas, lo que sí se sostiene, ratificado como una realidad de fuerza es el desvío de las aguas del Río Yaqui para otros usos y otro destino.

