A mi papá

HomePalo y Fierro

A mi papá

FUE NOTABLE SU capacidad para interpretar el discurso de los políticos al lenguaje tangible y propio de los comunes mortales; fundador del distrito de colonización agrícola hoy conocido como la Costa de Hermosillo, pero primero que nada ranchero de corazón; yecoreño de pura cepa y exponente ejemplar de expresiones coloquiales llamadas “malas palabras"

Una mujer quiso robarse a una menor ¡estuvo dos horas detenida!
Secuestran, matan a una mujer y es lapidada ¿Quién te parió?
Buen fin ¿con mal fin…? Si no es dinero tuyo el que gastas

Samuel Valenzuela  

Publicado el 12 de mayo del 2011  

FUE NOTABLE SU capacidad para interpretar el discurso de los políticos al lenguaje tangible y propio de los comunes mortales; fundador del distrito de colonización agrícola hoy conocido como la Costa de Hermosillo, pero primero que nada ranchero de corazón; yecoreño de pura cepa y exponente ejemplar de expresiones coloquiales llamadas “malas palabras».  

Un día organizaba partida para ir de cacería de venados cola blanca o bura, cochis jabalíes, guajolotes y hasta leones y otro día convocaba para ir a buscar un entierro; de mediados de mayo a mediados de julio se dedicaba a alimentar a sus animalitos en Sayula, su hábitat en la profunda y alta serranía sonorense; de fines de septiembre a mediados de noviembre le tocaba hacer los mejores quesos panela del mundo; en el ínter hacía de Hermosillo su base; gastó fortunas por ayudar a sus tantos amigos sin descuidar a su familia.  

Obsesivo lector de periódicos, atento a los noticieros de radio y televisión; comentador cáustico sobre andanzas de los políticos; revolucionario de verdad y comprometido con lo que creía; de Don Faustino decía que fue un chingón; de Biebrich, un ratero asesino; de Carrillo, la hizo; de Ocaña, se acartonó; de Félix Valdés, pobre viejo; de Manlio, luce el chavalo; de López Nogales, un guevón; de Bours, el mejor gobernador de la historia, y de Padrés, es un matatín embustero.  

Atrabancado, embarnecido por el buen bacanora y el vino tinto pero sin llegar a excesos; jinete excepcional pero que le gustaba montar sólo a “La Panocha”, mula que anda por horas sin cansarse; adoraba a Doña Lolita; fue primero nuestro ídolo, luego nuestro verdugo e inquisidor; después el calificador y alentador, para terminar siendo un entrañable amigo; fue nuestro asesor de banqueta; el que nos ponía los pies sobre la tierra; el que nos cuestionaba y nos hacía rectificar conceptos y enfoques.  

Sin educación formal era un sabio que tuvo el don de saber escuchar; fan de Juana María porque como él decía las cosas por su nombre; transparente en sus gestos: adusto era porque andaba ruinón y había que levantarle el ánimo; inquieto y esquivo, porque ya le andaba por irse al rancho y no hallaba cómo avisar; taciturno por sus preocupaciones por sus hijos y nietos; jocoso y dicharachero, porque veía a su familia reunida en torno a un asador; fue líder indiscutible de los suyos y ejerció a plenitud su patriarcal autoridad.  

Por muchos años armado de forma permanente con una escuadra 380 y en alguna ocasión cómplice de éste su hijo para poder evadir a los sicarios de Biébrich por allá en septiembre de 1974; pleitista no y tampoco pendenciero, pero hablan que poseía un poderoso derechazo; mujeriego era pero sin arriesgar para nada al amor de su vida a lo largo de casi 63 años de matrimonio; no fue creyente pero pudo reconciliarse con Dios.  

Deben haber ocurrido cosas malas, episodios lastimosos por su culpa, pero no se nos vienen a la memoria si así fue…No, no recordamos ninguna o si, como cuando teníamos que ayudarle a ordeñar durante las frías mañanitas en la Costa de Hermosillo o cuando en calidad de patrón nos hacía desquitar la chuleta cuidando vacas o en el deshierbe, deshaije y pizca de algodón o en la pepena del trigo o el frijol, lo cual era compensado cuando en reuniones de amigos nos ponía a decir las tablas de multiplicar al derecho y al revés o a cantar con él rolitas de José Alfredo Jiménez; no era dado a la caricia pero destilaba amor por los suyos.  

Podríamos hacer un libro, pero más o menos ese fue mi padre, Don David Valenzuela Guerrero, cuyo cuerpo reposa desde la tarde el jueves en una solitaria fosa luego de un sorpresivo, agresivo y a la postre fatal padecimiento que nos lo arrebató la mañana del miércoles pasado.  

Me van a disculpar por hacer de mi padre un tema para estos Entretelones, pero no podía dejar pasar la oportunidad para delinear algo de su personalidad, la misma que tienen los sonorenses bien nacidos y forjados en el trabajo honesto, los cuales para que lo sepan algunos, son la inmensa mayoría. Cómo lo extraño.